No basta con ayudarles con los deberes. De hecho, no se les debería ni siquiera ayudar, porque se trata de que los hagan solos. Educar a un niño, que no es lo mismo que instruirle, pasa por que este aprenda valores y adquiera habilidades por sí mismo. "Los padres tenemos hijos, no alumnos", avisa Jaime Funes, educador y psicólogo especializado en la compleja etapa de la adolescencia.

"Instruir es, por supuesto, responsabilidad de la escuela, pero si de lo que hablamos es de educar, entonces la familia y el conjunto de personas que rodean al niño tienen un rol protagonista", insisten todos los expertos. La clave, prosiguen, es que entre todos estos participantes haya coordinación. "Es comprensible, hasta cierto punto, que los padres que batallan a diario con los deberes de sus hijos pierdan a veces la paciencia. Pero lo que no deben hacer es descalificar al maestro", insistió Funes.

FALTA DE IMPLICACION En definitiva, "los niños pasan, en primaria, un 12% de su tiempo en el colegio y un 13% en secundaria", recuerda Pau Marí-Klose, sociólogo del Consejo Superior en la Universidad de Zaragoza.

El resto, prosigue el investigador, es tiempo que gestionan los padres, con lo que el impacto que la familia tiene sobre la educación de los hijos es innegablemente mayor que la que desempeña la escuela. "Realmente --agregaba Marí-Klose en una conferencia organizada por la Fundación Jaume Bofill--, es difícil entender por qué en una época en que los padres están más implicados que nunca en la educación de sus hijos, siguen dándose tan malos resultados en las escuelas". Es cierto que, si bien hubo una tímida mejora de los alumnos españoles en los últimos años, esta se debe, en buena medida, a que la mala situación económica del país ha propiciado la permanencia en la escuela de muchos estudiantes. No ha sido, pues, por mérito del sistema escolar ni de las familias de los alumnos --en general, más empobrecidas--, sino por demérito del mercado laboral juvenil.

Quizá lo que está fallando, la implicación de padres y maestros en la formación personal y académica de los niños. "Hoy en día, no se puede construir una buena escuela sin la participación de las familias", subraya Jordi Collet, profesor de Pedagogía en la Universidad de Vic.

VINCULOS ¿De verdad la solución pasa por que las familias se impliquen más con la escuela de sus hijos? "La mayoría de las investigaciones que se han hecho al respecto dicen que sí, que cuando padres y maestros se comunican bien, mejora el clima del aula y hay una incidencia positiva en los aprendizajes", relata el profesor Collet.

El margen de mejora es aún muy grande. "Hay muchas familias que no quieren participar en la escuela porque no tienen tiempo, porque proceden de lugares distintos con un punto de vista distinto sobre la educación o porque sus hijos ya tienen otros problemas. Son padres que sienten que el sistema educativo no les pertenece", reflexionaba recientemente Annie Kidder, directora ejecutiva de la organización canadiense People for Education , que trabaja en la defensa de la educación pública a través del compromiso de los padres.