Pasear o simplemente permanecer en un bosque altera la actividad del córtex prefontal, según han confirmado técnicas avanzadas de neurobiología, y también parece afectar a la adiponectina, una hormona relacionada con los niveles de glucosa y la obesidad. De hecho, en Japón son habituales desde hace años los shinrin-yoku o baños de bosque, una actividad subvencionada por las autoridades cuyo objetivo es reducir el estrés de los trabajadores. Sin embargo, aún se desconoce el mecanismo químico exacto, si realmente existe, que explica esos beneficiosos efectos.

Un programa encabezado por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) intentará cubrir este hueco describiendo en primer lugar los compuestos orgánicos volátiles (COV) que liberan los árboles, un trabajo poco avanzado internacionalmente, y comprobando luego, mediante análisis de sangre y orina, si son metabolizados por el cuerpo. Finalmente, se observará si ello se traduce en una mejor salud de las personas. La investigación se engloba en un proyecto mayor, llamado Bosques sanos para una sociedad saludable, que se realiza en colaboración con colegas del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales y que analizará también la salud general de los bosques. Ambos proyectos, impulsados por la Fundación La Caixa, se presentaron ayer en un acto presidido por Àngel Font, director de investigación de la entidad.

Pasear por el bosque es beneficioso como práctica cardiosaludable y relajante, pero lo que pretenden los investigadores es conocer concretamente si los COV emitidos por los árboles también tienen una relación directa con la salud, resume Martí Boada, investigador. «Ya decía Hipócrates que para hacer un buen diagnóstico de un paciente, antes de mirar el cuerpo hay que mirar en dónde vive».