Los escándalos de pederastia clerical, como el recientemente destapado en Australia, siguen azotando y desestabilizando al núcleo de la Iglesia. En este contexto, en su último mensaje de condena el papa Francisco ha optado por una nueva fórmula y ha prologado el libro de una víctima. Es un gesto que no solo deja claro que el asunto sigue sobre su mesa, sino que también evidencia que el Pontífice avala que las víctimas de curas pederastas denuncien.

En un texto que introduce el libro de Daniel Pittet, un bibliotecario suizo que sufrió abusos, el Papa califica los abusos clericales de «monstruosidad absoluta». Se trata, añade, de un delito por el que «algunas víctimas han llegado al suicidio». «[Estas muertes] pesan sobre mi corazón, mi conciencia y la de toda la Iglesia. Pido humildemente perdón», agrega en el prólogo de Padre, yo le perdono, que ayer salió a la venta en Italia.

Por ello, escribe el Papa, agradece a Pittet su testimonio, pues denuncias como la suya «derriban el muro de silencio» detrás del cual se ocultan tantos «escándalos y sufrimientos». Dichos testimonios «abren camino a la justa reparación y reconciliación» y ayudan a que «los pedófilos tomen conciencia de las terribles consecuencias de sus acciones», considera el Papa.

«Conocí a Daniel en el Vaticano en el 2015», explica Francisco, agregando que Pittet decidió, 44 años después de los abusos, reencontrarse con su verdugo, un monje suizo. Hay que tratar con una «severidad extrema a los sacerdotes que traicionan su misión y a los obispos que les protegen», concluye.