El Papa Francisco teme las consecuencias de la crisis y la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones. Ante el Parlamento Europeo, el Pontífice ha alertado de que no se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un "gran cementerio". Los europarlamentarios han aplaudido. El mensaje del papa Francisco en la Unión Europea ha querido ser un punto de conexión entre los ciudadanos y las instituciones en unos momentos en los que las políticas tienden a primar más las necesidades del sistema que las de los ciudadanos. "Qué dignidad podrá encontrar quien no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir del trabajo, que le otorga esa dignidad", se ha preguntado Bergoglio. A su vez, ha enviado un "mensaje de esperanza y de aliento" a todos los ciudadanos europeos al defender que el proyecto político europeo debe poner de nuevo en el centro al hombre, que está dotado de "dignidad" y "trascendencia".

En opinión del Papa, "se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor".

En el viaje más corto de los desplazamientos de los Papas, Jorge Bergoglio ha ido este martes al Parlamento Europeo, donde ha trasladado a los eurodiputados la alarma por "la distancia de la gente" en que viven las instituciones europeas, en un discurso centrado en la dignidad de la persona y en la unidad de Europa, que no debe eliminar la riqueza de la diversidad de los pueblos europeos que la integran. Se ha tratado de un mensaje de esperanza "basado en la confianza de que las dificultades puedan tranformarse en poderosas promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa está atravesando".

El papa Francisco ha recordado que en el fundamento del proyecto europeo había "la confianza en el hombre, entendido no tanto como ciudadano, ni como sujeto económico, sino el hombre como persona dotada de una dignidad". Sin embargo, "frente a una Europa más amplia que la original, más influyente, parece codearse la imagen de una Europa un poco envejecida y comprimida, que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que observa con frecuencia con distanciamiento, desconfianza y tal vez con sospecha".

El discurso del Papa a los 561 eurodiputados de 28 países ha estado centrado en la necesidad de devolver dignidad a las personas, ya que "de otro modo Europa corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel espíritu humanístico que dice amar y defender".

ANCIANOS, JÓVENES Y POBRES

Volviendo a la unidad en la diversidad, el Papa ha subrayado que "si el derecho de cada uno no es armónicamente ordenado al bien mayor, se termina por pensarse cada uno sin limitaciones, lo que lleva a conflictos y violencias". En este contexto ha citado a los ancianos “abandonados a su destino, igual que los jóvenes privados de puntos de referencia y de oportunidades para el futuro"; a los "numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y la mirada desorientada de los migrantes que han venido en busca de un futuro mejor".

Francisco ha subrayado que "persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los que se puede programar la concepción, la configuración y la utilidad y que después pueden ser tirados cuando ya no sirven porque se han vuelto débiles, enfermos o viejos".

CULTURA DE LAS SOBRAS

"Vivimos en una opulencia insostenible", ha dicho el Papa, condenando "la prevalencia de las cuestiones económicas y la absolutización de la técnica y la cultura de las sobras".

A quienes temían que el Papa pudiera reivindicar, como hicieron explícitamente sus predecesores, "la identidad cristiana de Europa" o de sus origenes, Jorge Bergoglio sobrevoló la cuestión, explicando que la Iglesia católica "no pone en peligro la laicidad de los Estados", sino que ofrece solo "un diálogo abierto y transparente con la Unión Europea".