El papa Francisco abandonó ayer Irlanda después de una intensa visita de dos días para participar en el 9º Encuentro Mundial de Familias, marcado por la cuestión de los abusos cometidos contra menores y mujeres por el clero de este país durante décadas. El avión de la aerolínea irlandesa Aer Lingus que transportaba al pontífice de vuelta a Roma despegó a las 17.45 horas gmt del aeropuerto de Dublín, donde el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, y un grupo de obispos le despidieron en una breve ceremonia. Antes, el Papa volvió a pedir perdón por todos los abusos cometidos por los sacerdotes, por las instituciones religiosas y por la jerarquía de la Iglesia en Irlanda. Lo hizo frente a las más de 300.000 personas que se congregaron en el Phoenix Park dublinés para participar en la misa de clausura del Encuentro de Familias, que se ha celebrado en la capital irlandesa desde el martes, con la presencia de Francisco los dos últimos días.

Inesperadamente, el Papa, antes de iniciar la eucaristía, leyó un mensaje en el entonó un «mea culpa» por los abusos de poder, de conciencia y sexuales cometidos por la Iglesia en Irlanda. Al término de la misa también se supo, como es habitual, que el próximo Encuentro Mundial de las Familias tendrá lugar en Roma en 2021. La ciudad romana -en concreto, el Vaticano- ha sido la ciudad elegida para celebrar este evento de la Iglesia que creó Juan Pablo II y que se organiza cada tres años, en 2021 con motivo del quinto aniversario de la publicación de la exhortación apostólica del papa Francisco Amoris Laetita, que trata el tema de la familia.

Las anteriores citas de este cónclave de familias católicas fueron en 2015 en Filadelfia (Estados Unidos), y en Milán en 2012, mientras que la ciudad española de Valencia (este español) acogió la edición de 2006. Música, bailes y encuentros entre peregrinos de todo el mundo amenizaron la Misa de clausura del Encuentro Mundial en Dublín. La organización del encuentro preparó un programa de doce horas de actividades -antes y después de la misa-, con artistas locales y llegados de Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Austria, Francia, India, Canadá, y Latinoamérica. Entre otros, figuraba el dublinés Paddy Moloney, líder y fundador del legendario grupo de folk The Chieftains, a quien el rey Felipe VI otorgó este mes la Encomienda de la Orden del Mérito Civil por su enorme contribución en la promoción de «la música celta y tradicional». Hasta 20.000 de los congregados llegaron de todos los rincones del mundo al Phoenix Park, la zona verde urbana más grande de Europa con 700 hectáreas, pobladas ayer por un mar de banderas, muchas de ellas vaticanas, españolas, estadounidenses e irlandesas. El color predominante, por supuesto, era el amarillo, que tiñó estandartes, bufandas, gorras, chubasqueros y cualquier otro souvenir que se ha vendido esta semana en las calles de Dublín con motivo de la visita de Francisco, 39 años después de la que efectuó Juan Pablo II. Este festival, destacó la organización, es el evento al aire libre más multitudinario que se ha celebrado este año en el continente. «El ambiente es fantástico», contó Julia Ortega de 65 años, que viajó a Dublín desde Santander con su hermana, Juana, de 73, para «vivir la experiencia» de una misa oficiada por el papa, a quien pedirían, que siga reformando la Iglesia.

«Tiene que hacer mucho más, tomar medidas, por ejemplo, para asegurar que no habrá más abusos de menores, ayudar a las víctimas y castigar a los culpables. Cualquier avance atraería a más practicantes, como permitir a los sacerdotes que se casen», pronosticó Julia.