Unas horas después de que el rastro de Gabriel se perdiera en el corto camino que va a casa de sus primos, los vecinos de Las Hortichuelas ya apuntaban en voz baja la posibilidad de que el autor fuera el acosador de la madre. Sabían que la Guardia Civil andaba detrás de esta pista, pero no querían mencionarlo en público. Temían malograr la investigación, pero a nadie que conociera un poco la historia se le escapaba que debía de ser el principal sospechoso. No culpable, por supuesto, pero cuando menos sospechoso.

El hombre estaba obsesionado con la madre de Gabriel sin ni siquiera haber mantenido una relación ella.

Patricia ejerce de speaker en carreras populares de Almería y en una de ellas ensalzó a Diego, algo que él tomó como una muestra de interés. Pero ella lo había elogiado y le había dado ánimos como a otros participantes en la competición. Era su trabajo. Ante su posterior negativa, empezó a acosarla, según ella misma había contado a vecinos de su vivienda de Almería.

Los episodios de acoso eran constantes. Una vez llegó a pasar toda la noche durmiendo en su coche frente al piso de Patricia. Se presentaba en el bar donde ella desayunaba, incluso en su trabajo, y Patricia sospechaba que la seguía prácticamente a todas partes. La mujer había distribuido fotos de Diego entre camareros, vecinos y compañeros de trabajo del área de Deportes de la Diputación de Almería para que la avisaran si detectaban su presencia.

En el Cabo de Gata

Es evidente que durante sus seguimientos, Diego pudo comprobar los movimientos de Gabriel y que este pasaba los fines de semana con la abuela del padre en un paraje relativamente deshabitado de la costa del Cabo de Gata, alejado unos 50 kilómetros de su lugar de residencia, Antas.

En noviembre del 2016, un juez de Almería dictó la primera sentencia condenatoria que incluyó una orden de alejamiento. Una medida cautelar que él vulneró numerosas veces, aunque judicialmente solo ha quedado constancia de una en febrero del 2017 y otra de junio del mismo año.

En ambas se constata cómo Diego se acercó a menos de 200 metros de Patricia. Ni la madre de Gabriel ni la portavoz que han nombrado los padres, Rocío Múñoz, han querido hacer comentarios sobre la detención ni sobre la situación de acoso para no interferir las investigaciones.

La sentencia del 2016 tenía en cuenta como atenuante un «trastorno mental» de tipo «afectivo» que al parecer sufriría el hombre y que había alegado la defensa. Si al final Diego fuera el culpable de la desaparición del pequeño Gabriel, una vez más las alertas para evitar los casos más graves de violencia machista habrían vuelto a fallar.

Ni las pulseras ni las órdenes de alejamiento parecen ser suficientes con los delincuentes. Cada vez son más frecuentes los casos en los que los agresores centran su ira en los hijos de las víctimas. El eslabón más débil de una cadena ya de por sí frágil.