La guerra, el desgobierno, el subdesarrollo y la indiferencia del resto del planeta están matando a millones de personas de hambre. De acuerdo con las Naciones Unidas, el mundo vive la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, y esta vez no se refiere a las hordas de refugiados que vagan por caminos helados o se echan al mar reclamando el derecho a la vida, sino a la hambruna que sacude a Yemen, Somalia, Sudán del Sur y Nigeria como una plaga bíblica. «Más de 20 millones de personas en estos países se enfrentan a la inanición. Sin un esfuerzo colectivo y esfuerzos globales coordinados, la gente simplemente se morirá de hambre», dijo el viernes el responsable humanitario de la ONU, Stephen O’Brien, en el Consejo de Seguridad.

O’Brien hizo un llamamiento desesperado para «evitar la catástrofe», un camino que pasa por la inyección masiva de fondos en los cuatro países y la adopción de medidas urgentes para que la ayuda pueda llegar a sus destinatarios. «Necesitamos 4.400 millones de dólares (4.121 millones de euros) para julio», dijo el funcionario de la ONU. Casi un millón y medio de niños, calcula Unicef, pueden morir este año. «Estamos en un momento crítico de la historia. Ya a principios de año nos estamos enfrentando a la mayor crisis humanitaria desde la creación de la ONU», dijo O’Brian.

La situación más perentoria se vive en Yemen, sumido desde hace dos años en una guerra civil en la que participan varias potencias regionales y grupos terroristas como Al Qaeda. Casi dos tercios de la población, 19 millones de personas, necesitan ayuda. De ellas, siete millones no saben de dónde llegará su próximo plato de comida. La falta de agua y gasolina es generalizada en algunas regiones y, según O’Brien, los bandos en conflicto «deniegan el acceso humanitario y politizando la ayuda».

Para el 25 de abril en Ginebra (Suiza), la ONU ha organizado una conferencia para recaudar fondos para Yemen, anunció el relator humanitario, que ha viajado recientemente a los países afectados. «Lo que vi en mi visita a Somalia fue angustioso: mujeres y niños andando semanas en busca de comida y agua. Han perdido el ganado, sus pozos se han secado y no les queda nada», dijo O’Brien añadiendo que miles de personas se están viendo obligadas a emigrar a la ciudad.

Seis millones de somalíes, más de la mitad de la población, necesita ayuda y casi tres millones corren el riesgo de morir de hambre. En Sudán del Sur, la nación más joven del planeta, el escenario es parecido tras tres años de guerra civil. La ONU ha lanzado esta semana la alerta máxima al estimar que unas 100.000 personas podrían morir de hambre en dos zonas del estado septentrional de Unidad, rico en petróleo, y otro millón necesita asistencia urgente para salvarse en el resto del país. Los condados afectados son Leer y Mayandit. Allí el conflicto entre los leales al presidente, Salva Kiir, y los rebeldes entró en una fase crítica en julio del año pasado, cuando un brote de violencia obligó a marcharse a la mayoría de organizaciones humanitarias en el terreno.

Muchas personas huyeron, pero otras comunidades quedaron asediadas y han permanecido como «rehenes» todo este tiempo, lo que ha contribuido a la hambruna.