La sumisión química es la denominación de los abusos sexuales que se producen después de que una persona, casi siempre una mujer, ha sido previamente drogada con alguna sustancia y la creencia común es que se suele usar la burundanga, pero en la mayoría de los casos se trata de alcohol y pastillas para dormir.

Los datos del Instituto Nacional de Toxicología indican que entre los años 2014 y 2016 se denunciaron en Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla poco más de 200 casos de sumisión química, el 25% en jóvenes de entre 14 y 16 años. El director del Instituto en esta demarcación, Manuel Salguero, asegurae que el 50% de estos casos eran de personas que habían consumido alcohol en exceso y el 30% benzodiacepinas (valium, orfidal o tranxilium), pastillas contra el insomnio que son baratas, fáciles de conseguir y «muy adictivas».

En el resto de los casos denunciados, las personas afectadas habían consumido drogas como hachís y cocaína, siempre con el añadido del alcohol, y en la casuística del Instituto solo se ha detectado burundanga en dos ocasiones, pero en ninguna de ellas relacionadas con agresiones sexuales. «Hay un nuevo patrón de consumo compulsivo de alcohol desconocido en Andalucía en los últimos 10 años», enfatiza Salguero, experto en lesiones producidas por drogas y alcohol.

Los datos del Servicio Andaluz de Salud indican que en el 2015, los hospitales sevillanos atendieron a 190 menores por trastornos relacionados con el consumo de alcohol, 15 de ellos con coma etílico, mientras que el año anterior fueron 181 casos por exceso de consumo de bebidas, dos con coma etílico.

Tras tomar varias copas en poco tiempo con el objetivo de alcanzar la borrachera rápida, las chicas son «absolutamente vulnerables» y sufren agresiones sexuales.