El escritor y premio Cervantes Eduardo Mendoza, una de las voces críticas frente al soberanismo pero también frente la pervivencia política del franquismo, ha decidido ordenar sus pensamientos respecto a la cuestión catalana en un pequeño volumen, apenas un librito de 90 páginas y pequeño tamaño titulado 'Qué está pasando en Cataluña' (Seix Barral). En él ha concentrado una serie de reflexiones con el ánimo de no situarse ni en un bando ni en el otro. "Personalmente no me gusta ninguno de los dos, pero eso se puede atribuir a mi temperamento, a mis ideas y a mi experiencia personal", dice, asegurando que lo ha escrito con el ánimo de comprender lo que está pasando.

Después de pasar revista a distintas ideas y concepciones fuertemente acuñadas en el imaginario español y catalán, como la represión catalana bajo el franquismo, la prohibición del uso de la lengua catalana, la inmigración, el origen burgués de la sociedad catalana, el desfase entre Barcelona y el resto de Cataluña y el carácter catalán en sí y en el imaginario franquista, Mendoza asegura que “la democracia es un fantasma que quitaba el sueño a Franco y que su largo insomnio consiguió trasmitirnos sin retoques”. El escritor sostiene que “el sueño de la democracia consiste en creer que la democracia es un estado superior en el cual basta invocarla como si fuera un sortilegio para que se resuelvan los problemas. Pero no es así. La vida de una sociedad es dura. La democracia ofrece algunos recursos para mitigar la arbitrariedad y el abuso de poder, pero nada más. Es solo el instrumento de un sistema tan despiadado como cualquier otro”. De ahí que Mendoza califique de "ingenuo" el referéndum catalán.

La denostada Transición

Mendoza acaba enumerando los tiempos en que la relación de los intereses de Catalunya con el poder vigente en España ha funcionado. Como por ejemplo, la participación de los catalanes en el Gobierno español durante los primeros años de la Transición. “Seguramente, hubiera podido darse la misma colaboración en otras ocasiones, pero no parece que haya habido una voluntad declarada de los nacionalistas en este sentido”.

Para Mendoza, “el nacionalismo se ha nutrido de agitar el fantasma de la enemistad” y añade: “Muchos de los agravios son ciertos, total o parcialmente. Y hubieran podido solucionarse, total o parcialmente” .

El escritor reparte culpas: "A veces el descontento dirigido sirve para tapar trapos sucios. En toda la campaña reciente por la independencia, rara vez ha salido a relucir el tema de la corrupción en altas instancias del Gobierno español, porque eso habría podido tener un efecto rebote". Respecto al Gobierno español asegura que éste minusvaloró el independentismo como un proyecto inviable y finalmente se dio de bruces con él.

¿Es tarde?

No es un optimista el autor de 'La ciudad de los prodigios' y percibe a su alrededor un panorama "sombrío". "No se le ve la salida, entre otras cosas, porque se ha llegado muy lejos sin saber ni cómo ni para qué. A menudo da la impresión de que ambas partes desearían poner fin a una tensión que ya no beneficia a nadie, que desgasta a sus protagonistas, desacredita al conjunto del país y causa unas pérdidas económicas, reales, visibles y muy difíciles de corregir a corto plazo".

Acaba Mendoza en la misma línea, diciendo que deberíamos haber hecho el ejercicio de cuestionar nuestras ideas, "en lugar de encogernos de hombros, ante el prejuicio, la negligencia y la incomprensión". Y sospecha que ya es tarde: "Casi siempre es tarde cuando nos ponemos a pensar las cosas".