Los chinos lo llamaron huanglongbing (mal del brote amarillo) a finales del siglo XIX, pero hoy tiene nombres populares en muchos otros idiomas: por ejemplo, greening en inglés, o dragón amarillo en castellano (aunque el nombre técnico es enverdecimiento o sencillamente HLB, de las iniciales de la palabra china). Este mal de origen bacteriano que hace que las hojas de los cítricos se retuerzan y se vuelvan amarillas, con un impacto claro sobre la producción, se ha expandido desde Asia hasta el resto del mundo en la última década. Desde que reapareció en Brasil en el año 2004, no ha dejado de difundirse por todo el planeta: EEUU, Cuba, México...

Las únicas zonas de producción que han quedado a salvo son el área mediterránea y Australia. A finales del 2012 se detectaron en Canarias y Madeira insectos que pueden transmitir la bacteria, aunque los ejemplares encontrados no la llevaban.

En julio, el comisario de Salud de la Comisión Europea, Tonio Borg, anunció que daría otra vuelta de tuerca a la estrategia para obstaculizar la entrada de la enfermedad en el territorio de la UE. Lo hizo en respuesta a una carta del eurodiputado del PSOE Vicent Garcés que pedía informaciones sobre la solicitud de un reglamento más estricto hecha por el Gobierno español.

Se estima que el huanglongbing ha arrasado decenas de millones de plantas en todo el mundo. Un estudio mexicano estimó que cinco años después de la entrada de la enfermedad se podrían perder hasta 120.000 empleos y 200 millones de euros.

"Es un asunto muy serio: el Mediterráneo es una zona de riesgo", dice María Milagros López, investigadora del laboratorio de bacteriología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). "Estamos expectantes y con mucho miedo", añade Jordi Giné, jefe de Sanidad Vegetal del Departamento de Agricultura de la Generalitat de Cataluña. Pero los dos insisten en que Europa y España están libres de infección y están haciendo lo posible para seguir así.

UNA BACTERIA // "El huanglongbing es una enfermedad causada por una bacteria, no una plaga causada por un insecto", puntualiza López. El microbio Candidatus liberibacter coloniza las plantas e impide el flujo de la savia, con un proceso en parte desconocido. Cuando un insecto de la familia de los psílidos (en concreto, un Trioza erytreae o un Diaphorina citri) pica la planta para comer, se infecta y luego transporta la bacteria a nuevas plantas sanas. Actúa de vector. Una planta puede quedarse meses o años sin dar señas de estar enferma. La principal medida preventiva es la prohibición de importar plantas de cítricos en Europa. "Los países mediterráneos que no pertenecen a la Unión Europea no están tan protegidos --lamenta López--: lo ideal sería una colaboración entre todos los países citrícolas para llevar a cabo la prospección".

Si finalmente la enfermedad hiciera brecha, la medida más urgente sería "la erradicación inmediata de los árboles afectados", explica López. Además de no existir una terapia para curar las plantas infectadas, Europa prohíbe tratarlas con antibióticos. "Algunos experimentos han conseguido eliminar el insecto con pesticidas o con avispas que lo atacan", avanza López.