Un algodón suspendido en el cielo atrajo en el 2004 la atención de Jordi Mazón, físico de la Universitat Politécnica. El científico no dudaba de que esa nube se había formado a partir del vapor que salía de la torre de refrigeración de la central. Mazón lleva siempre una cámara encima y desde ese lejano 2004 no solo retrata las nubes más espectaculares que la naturaleza le brinda, sino que también capta imágenes de las producidas por los humanos, especialmente estelas de aviones y barcos, vapores emitidos por chimeneas y pironubes, las formaciones que se generan encima de los incendios.

El trabajo reúne una selección de aquellas fotos, junto con una propuesta de clasificación de las nubes antropogénicas, las antroponubes.

La publicación es el primer paso para proponer a la Organización Meteorológica Mundial el reconocimiento oficial de esta clasificación. Los científicos proponen que, en estudios e informes, se escriba una a antes de los símbolos que identifican cada tipo de nube cuando se habla de una nube cuya forma coincide con uno de esos tipos, pero tiene un claro origen humano. Y es que estas estructuras podrían afectar nada menos que al calentamiento global. "Reducen el enfriamiento de la Tierra porque bloquean parte de su radiación; por eso, las noches sin nubes son las más frías", observa David Pino. "Sin embargo, también tienen una consecuencia opuesta, al bloquear parte de la radiación del Sol", añade. Así que su efecto sobre el calentamiento es un balance de estas dos acciones. ±Es un asunto de mucho debate, pero la mayoría de los estudios apuntan a que el efecto de las nubes artificiales sería incrementar el calentamiento apunta Pino.