Vacarisses es una localidad pequeña y fragmentada en urbanizaciones, pero en cuanto se supo que el cazador que mató a dos agentes rurales era del municipio, quienes conocían a Ismael Rodríguez Clemente temieron lo peor. Pasaron el día aguardando una confirmación que llegó como un mazazo.

Anoche, en uno de los bares de la localidad la historia iba de boca a oreja y no daban crédito del suceso. «Vivía en la urbanización de El Palà», cuentan sobre este joven que «llevaba la caza en las venas» y alguna vez se había tomado un trago por allí.

Otro cazador con el que solía ir al monte, conmocionado, lo define como «una bellísima persona». Un hombre sano, que no bebe, ni fuma y amaba tanto la caza mayor como la menor, mantiene la misma fuente. Precisamente, la única terrible explicación que se le ocurre es que Ismael, que tenía doble permiso de fusil y escopeta -pero este último se le había caducado-, perdiera los nervios cuando los agentes le pidieron los papeles o, supuestamente, trataran de incautarse el arma. Su compañero le recomendó esperar a renovar los papeles, pero pudieron más las ganas de salir a comerse el monte que la prudencia. El mismo amigo sostiene que no era inestable, ni estaba deprimido. La semana pasada compartieron una gran jornada de caza, como tantas, y nada le hizo pensar que tuviera problemas. Llevaba más de un año trabajando como soldador en una empresa de la zona y tiene novia, con la que aparece en fotografías de las redes sociales.En las imágenes que Ismael Rodríguez colgaba daba cuenta de sus pasiones: la caza, las motos con las que se le ve correr en circuitos y su familia. En una de ellas posa orgulloso con su escopeta, su perro y las piezas que se había cobrado un día de noviembre.