Miles de residentes afectados por los devastadores incendios del norte de California muestran su desesperación ante unos fuegos aún fuera de control, que hasta el momento han dejado un balance de al menos 40 fallecidos y han reducido a cenizas casi 6.000 edificios. «Las maletas siguen en el coche. Va a llevar algún tiempo confiar en que todo ha vuelto a la normalidad», explica Carrie Atkinson, residente de Sonoma, en la zona vinícola del norte de California y uno de los condados más devastados por el fuego.

Atkinson es una de las «afortunadas», ya que por el momento no ha tenido que ser evacuada, aunque durante varios días ha podido observar las llamas desde su ventana. «Estaba muy asustada. Me asustaba la idea de que mis hijos no tuvieran un sitio al que llamar hogar», continúa.

Más de 20.000 personas han sido evacuadas como medida de precaución por estos incendios, que desde el pasado domingo han calcinado más de 86.000 hectáreas -una superficie algo más grande que toda la ciudad de Nueva York- y se han colocado ya entre los más mortíferos en la historia de California. Tras varias jornadas de lucha contra las llamas, los bomberos y servicios de emergencia han conseguido lentos avances contra la quincena de incendios que continúan activos.

Los condados de Sonoma y Napa, conocidos mundialmente por sus viñedos, son dos de las zonas más afectadas, aunque el humo ha cubierto el cielo de la densamente poblada área de la bahía de San Francisco durante los últimos días. A más de 100 kilómetros al sur de los focos, los residentes de Palo Alto observaban incrédulos una fina capa de ceniza sobre sus automóviles, y muchos de ellos optaban por cubrir su rostro con mascarillas. «Es una locura. El caos se ha apoderado de la zona», continúa Atkinson, quien solo tiene palabras de agradecimiento para la multitud de voluntarios que luchan.