Agustín y su madre Aurelia aparecieron muertos ayer en su domicilio de Badia del Vallès (Barcelona). Llevaban varios días fallecidos. Sin embargo, hasta ayer a mediodía los vecinos del número 9 de la calle de Santander no habían dado la voz de alarma.

Montse, que vive justo enfrente, hacía días que había notado un olor extraño en el rellano de su piso. Ayer, en cuanto se arrimó a la puerta de Agustín, descubrió finalmente de dónde provenía. Hacía días que no veía a las víctimas y tampoco respondían al timbre. Por eso llamó a la policía local del municipio vallesano. En cuanto los agentes se personaron en la lugar avisaron a los Mossos d’Esquadra. Enseguida se percataron de que ese hedor solo podía deberse a una causa.

Los Mossos tuvieron que acceder al domicilio de estos bajos a través de la ventana trasera debido a que en la cerradura de la puerta principal los inquilinos habían dejado una llave puesta. Los policías encontraron a Aurelia y a Agustín sin vida en el comedor.

La presencia de sangre, en un primer instante, hizo temer que estuvieran ante la escena de un crimen. Tras una observación más atenta, sin embargo, los investigadores del Grupo de Homicidios terminaron descartando que los cadáveres presentaran signos de violencia.

Lo más probable es que la sangre hallada en el suelo haya brotado del cuerpo de Agustín durante la descomposición de su cadáver. Se trata de una hipótesis que deberá confirmar la autopsia prevista para este martes, aunque, salvo giro imprevisto detectado por los médicos forenses, todo apuntaba a que lo que había ocurrido en esta casa de Badia del Vallès no era un crimen.

Las primeras pesquisas señalaban que Agustín habría fallecido de forma natural hace aproximadamente una semana. Su muerte habría condenado a la misma suerte a su madre, que dependía completamente de él para vivir. La anciana se habría apagado poco a poco sin energía para pedir auxilio.

UNA FAMILIA TRANQUILA / Agustín era originario de Aragón. Era un hombre alto, delgado y educado que tenía 67 años. Se jubiló prematuramente a causa de una enfermedad. Desde que dejó el empleo, cada mañana daba un paseo que terminaba en el bar Los Amigos, ubicado en la acera que separa Badia de Barberà del Vallès. Los clientes de este local lo describen como un buen tipo, que cuidaba mucho de su madre. Según cuentan, cada verano se marchaba un mes a su pueblo, «cerca de Teruel», y entonces dejaba a la mujer a cargo de su hermano, vecino de Barberà.

Aurelia tenía 96 años, salía muy poco y cuando lo hacía se valía de un caminador para desplazarse. Recibía la visita de un asistente social cada 15 días. Pero quien la cuidaba de verdad era Agustín.

Los vecinos dicen de ellos que eran gente tranquila. «No eran conflictivos, no creaban problemas». Se han marchado del mismo modo, haciendo tan poco ruido que nadie se ha dado cuenta, hasta que el olor avisó de que ya no estaban.