Esta semana en Estados Unidos una joven fue expulsada de un centro comercial por llevar pantalones cortos. Pero no hay que irse tan lejos para ver este tipo de reacciones machistas. La semana pasada, en Murcia, una mujer sufrió insultos y amenazas por el mismo motivo.

Así lo narró en las redes sociales, donde lamenta que la Policía no hiciera un esfuerzo mayor para encontrar al responsable, que había sido grabado por una cámara de seguridad de una gasolinera.

La agresión se produjo a las diez de la mañana del 24 de julio, a 30ºC. Mika volvía a casa tras pasar el reconocimiento médico del trabajo. A punto de pasar por una gasolinera, empezó a escuchar gritos: "¡Puta, cerda, hija de puta, asquerosa!" Los insultos se escuchaban cada vez más cerca de ella, y al girarse vio a dos chicos andando y a un hombre en bicicleta.

Ella espera que los otros dos chicos intervengan, pero solo cuchichean entre ellos.

Con miedo y angustia, Mika amenaza con llamar a la policía y el hombre se ríe, vuelve a gritarle e incluso le escupe.

Con un ataque de ansiedad, llama a la policía y da una descripción detallada del hombre. Vuelve a casa llorando, y no puede calmarse. Al salir su marido del trabajo, van a denunciar los hechos a comisaría. Allí el agente es "amable" y le aconseja comprar un spary de pimienta. Le preguntan si es capaz de identificar al agresor y responde afirmativamente. Con la denuncia puesta, se va a la gasolinera frente a la que pasó para ver si tienen las cámaras y avisar de que la policía se pasaría a revisarlas.

La policía no va al día siguiente, así que ella se acerca a comisaría para decirles que el tiempo de grabación es limitado, que por favor no pierdan la única prueba que tiene. Le piden llamar la mañana siguiente, la que hace tres días, y hablar con el funcionario que lleva su caso. Así lo hace. Pero la mujer que atiende el teléfono le habla francamente.

Le dice que ni leen el atestado, y ella vuelve a contar su caso, mostrando su incredulidad al ver que amenazar, escupir e insultar no es un delito.

En este punto, a Mika le queda muy claro que el delito no se persigue porque se trata de una mujer normal. ¿Qué pasaría si esto le sucede a alguien importante?

Ahora ella siente miedo, y se ve incapaz de seguir su rutina con normalidad sin pensar en ese suceso.

Lo que sí tiene claro es que le pasa por ser mujer: "Porque a un hombre no se le escupe por llevar pantalón corto y ninguna persona se merece que la humillen y la vejen de esa manera y que encima, la autoridad no pueda hacer nada".

Ante las críticas en redes sociales, volvió a la gasolinera para demostrar que lo que había denunciado era cierto, pero que no podían ofrecerle las imágenes a una persona particular. Eso sí, le confirmaron que la policía fue a ver las grabaciones varios días después, cuando estas ya no podían existir por ley.