La "solución" que las máximas autoridades españolas encontraron entonces al "problema" de los gitanos fue sencillamente acabar con ellos, aunque hay que reconocer que de una manera imaginativa. Lo que a la postre fue conocido como Gran Redada o Prisión General de Gitanos fue una operación de detención masiva de todos --absolutamente todos-- los gitanos de España, una población que los historiadores hacen oscilar entre 9.000 y 20.000 personas, con el objetivo de separar a los hombres de las mujeres y aprovechar la fuerza laboral masculina hasta mermarla, vía trabajos forzados, por extenuación. Lo maquiavélico del plan estaba en la segregación, que era el instrumento para impedir la procreación, es decir, la perpetuación de la raza. El 30 de julio de 1749, de manera sincronizada para que no cundiera la alarma ni corriera la voz, se desencadenó la cacería.

Reinaba entonces Fernando VI, pero el cerebro y ejecutor de la redada fue el riojano Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, un político reformista, protegido del rey, que en 1748 se hizo con las riendas del Gobierno. El plan, naturalmente, fue urdido en secreto, y "solamente circularon cartas manuscritas, tantas como ciudades donde debía efectuarse la redada", según relata Antonio Gómez Alfaro en La gran redada de gitanos , de las pocas obras que existen sobre este suceso. Las autoridades locales y la curia fueron avisadas de lo que iba a ocurrir, y el Ejército recibió instrucciones de organizarse, pero hasta pocas horas antes, los capitanes generales solo sabían que prestarían "un servicio al rey".

INCOMPRENSION "El marqués neutralizó los escrúpulos de las autoridades locales y de evitar que los gitanos se encerraran en las iglesias echando mano del derecho de asilo --explica José Luis Gómez Urdáñez, catedrático de Historia moderna de la Universidad de La Rioja--. Cuando tuvo todo esto controlado, concibió el plan militar. Se trataba de extinguir la raza, y en ese sentido lo que se perpetró fue un genocidio". La Gran Redada fue la expresión de la incapacidad de España de asimilar a este colectivo, impericia que quedó reflejada, explica Motos, en "una legislación ininterrumpida desde 1499 hasta 1798 contra los gitanos". Leyes nacidas de la incomprensión y el rechazo a sus costumbres, a su estilo de vida.

La Gran Redada fracasó por la resistencia de los gitanos. "Los hicieron vivir en unas condiciones tan extremas que así daba igual vivir o morir,", dice Motos. En 1763, el rey Carlos III declaró un indulto general, y la extinción cayó en el olvido, y muchos gitanos ni siquiera saben que aquello tuvo lugar.