Frida es el nombre que ha tenido pendiente a México. Muchos creían que con ella, en un pequeño hueco, se encontraban de dos a cinco pequeños alumnos del Colegio Enrique Rébsamen de Coapa, en el sur de Ciudad de México. El esfuerzo por llegar hasta esta niña de 12 años y salvarla había alcanzado un carácter emblemático del terremoto del 19 de septiembre, el segundo 19-S de esta sufrida capital, que ha causado ya 273 muertos. Con las transmisiones en directo, miles de personas se emocionaban cada vez que los miembros de los equipos de rescate rompían en ovaciones, marcando algún avance.

Se había convertido también en un amargo punto de debate, porque ya había quien cuestionaba la existencia misma de Frida: sus padres no estaban presentes en el lugar ni habían dado señales de vida, pese a los llamamientos por televisión; además, las informaciones de que alguien se comunicaba con ella -primero a golpes en una piedra, luego a voces- e incluso se le había pasado agua no eran confirmadas oficialmente. Al cumplirse 48 horas del seísmo, se agotaba el tiempo estimado de supervivencia de una persona en esas condiciones -pese a casos extremos en que algunos han resistido más de 72 horas-.

Y finalmente resultó que Frida no estaba allí. La Armada mexicana, que dirige la operación en el lugar, confirmó ayer que todos los alumnos de la escuela estaban ya localizados. Han muerto 19 de ellos, junto con seis adultos, y otros 11 han sido rescatados. Los esfuerzos se centran ahora en rescatar a un superviviente adulto que permanece entre los escombros.

La angustia por Frida era compensada sin embargo por varios rescates reales. Fue singular un vídeo en el que se ve cómo un voluntario logra introducirse trepando entre los escombros de un edificio derruido, llegar hasta una mujer atrapada, Ivonne, y consolarla. Posteriormente su cuerpo, pies por delante, emerge poco a poco por el hueco abierto en una gran piedra, de una manera inquietantemente similar a un parto: como nacer de nuevo.

El contraste lo da una creciente inquietud ciudadana, alimentada por rumores y por una comunicación deficiente por parte de las autoridades. El Gobierno ha ido tomando el control de los trabajos de rescate (aunque muchos albergues y centros de acopio, además de operaciones logísticas y de apoyo, siguen en manos de voluntarios) con unidades de policía y del Ejército y cuerpos especializados. El paso de los ciudadanos comunes es restringido a quienes están organizados en brigadas, salvo algunos casos en los que todos han sido excluidos.

El prestigioso grupo Topos Azteca, creado durante el terremoto de 1985, tiene autorización para colaborar. En la madrugada del jueves, no obstante, se retiró del Colegio Rébsamen en protesta por la introducción de maquinaria pesada para retirar escombros. En opinión de su líder, Héctor Méndez, el Topo Mayor, esto solo debe hacerse cuando hay plena certeza de que no hay supervivientes ni cuerpos ocultos, y mientras eso no ocurre, solo debe emplearse el trabajo a mano.

En la avenida Ámsterdam 107, en la colonia Condesa, donde del derrumbe de un edificio de siete pisos se han extraído cinco cadáveres y un herido, hay maquinaria funcionando. «Están sacando las piedras de los lados», precisa Mario Mandujano, un cineasta que colabora como voluntario. «Hace menos de una hora metieron a los perros y parece que hay dos mujeres que están todavía ahí, pero están debajo de dos pisos. Están tratando de entrar por los lados».