La familia de Nathaly Salazar, la ciudadana española desaparecida en Perú el pasado 2 de enero, no se fía de la versión que han dado los dos detenidos, que han asegurado que la joven murió accidentalmente ese mismo día mientras descendía en tirolina y que, temerosos de las responsabilidades por ser los dueños del ‘canoping’, arrojaron su cadáver a un caudaloso río cercano. «Hay que llegar hasta el final y que paguen por ello», subraya su hermana Tamara. Al cierre de esta edición no se había encontrado el cuerpo.

“Ya han dado dos versiones distintas de cómo murió. ¿Quién me dice que no le han hecho algo o que no la han vendido? Son gente muy pobre y el dinero lo mueve todo. ¿Cómo te vas a fiar de estas personas que han ocultado todo quince días? No hay certezas de que estén diciendo la verdad y todo esto no debería haber salido a la luz en este momento”, lamenta rota por el dolor.

Al parecer, en una de las versiones la joven se habría estampado contra un poste y en otra podría haber caído desde una gran altura. Cuenta Tamara que sus padres, que llevan en Perú desde la semana pasada, habrían pedido a la policía que no dieran por buena ni hicieran pública ninguna versión.