Las Fallas de 2017 estrenan el título de Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad con el reto de proteger los valores de tradición, participación y artesanía que aúna una fiesta convertida en motor social, económico y cultural y que le han valido el reconocimiento mundial por parte de la Unesco.

Han sido más de cinco años de camino desde que el Ayuntamiento de Valencia se propuso seducir a la Unesco para convertir la fiesta valenciana por antonomasia en un acontecimiento universal con la máxima protección cultural, hasta que el 30 de noviembre de 2016 lo consiguió en Addis Abeba (Etiopía).

Para conquistar a la Unesco, las Fallas desnudaron su esencia ante jueces internacionales: un ritual festivo dedicado al fuego, transmitido a través de las generaciones, con tradiciones que han perdurado durante siglos y un gran elemento artesanal, con el que se involucra a toda la ciudad y se crea un sentimiento colectivo.

El sí de la Unesco llegó gracias a la creatividad colectiva de una fiesta que aúna en un mismo engranaje arte, música, literatura, indumentaria y pirotecnia, que permite salvaguardar artes y oficios tradicionales y que defiende su conciliación con los derechos humanos, ya que cualquier colectivo puede participar en ellas.

En su camino para ser Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Unesco, las Fallas han recogido el apoyo de multitud de sectores económicos, instituciones y Administraciones, e incluso han conseguido que se le dedique una mascletá, uno de los principales iconos falleros, e incluso un pasodoble de apoyo a su candidatura.

Con el título ya de Patrimonio Inmaterial, empieza ahora el verdadero reto de las administraciones y la sociedad valenciana para dotar a esta fiesta declarada de Interés Turístico Internacional en 1980 y a todo lo que la rodea de una protección especial que la dota de una singularidad y la mayor visibilidad internacional posible, sin perder su sello tradicional.

Valencia lo tiene claro y trabaja en un plan estratégico que incluye un estudio de impacto económico, social, turístico y ambiental que permita desentrañar una fiesta que no es patrimonio exclusivo de los falleros sino de toda la sociedad valenciana y, ahora, de toda la humanidad. Se trata de una fiesta que, como dijo en una entrevista con Efe el concejal de Cultura Festiva y presidente de la Junta Central Fallera, Pere Fuset, «gestiona el 10% y vive el cien por cien de la sociedad». Un estudio de la universidad cifró en 800 millones de euros el impacto económico de las Fallas, que es capaz de reunir en sus cinco días a un millón de personas.