Luis González Vaqué, exconsejero de la Dirección General de Mercado Interior de la Comisión Europea y unos uno de los principales expertos en derecho alimentario de España, tiene muy claro cuál es el principal problema que hay que resolver para hacer frente al fraude.

-La descoordinación entre las comunidades autónomas. Soy un firme partidario del autogobierno, pero debería haber coordinación. Y no la hay. Y el pecado más grave es que incluso dentro de cada autonomía cada consejería quiere conservar sus competencias. ¿Le puedo contar un caso de una inspección de un bar a la que asistí por casualidad?

-Soy todo oídos.

-En una ocasión vi como se le decía al inspector que la vitrina para los aperitivos no estaba a la temperatura correcta y el inspector respondía que él era de Agricultura y que de eso se ocupaba Consumo. Cuando llegaron los de Consumo y miraron los frigoríficos vieron que había alimentos caducados pero no podían hacer nada porque eso depende de Agricultura.

-Parece digno de una película de Sazatornil.

-Pues déjeme que le cuente que asistí no hace mucho a una conferencia sobre control alimentario y una señorita de la Generalitat muy simpática enseñó un terrible árbol de competencias e instituciones con tres escalones y cada uno con 46 particiones que me caí de culo. ¿Cómo se puede funcionar así?

-Ahora le hago yo una confesión. Al intentar recabar la opinión de los gobiernos central y de Cataluña nos han mandado también de una conselleria a otra, de un ministerio de otro hasta que hemos dicho basta. Ya dirán lo que estimen conveniente cuando lean lo que pasa en la calle. ¿Hay algún país del que podamos aprender?

-Francia tienen unos controles muy estrictos centralizados en París que funcionan bastante bien. Funciona muy bien, por ejemplo, el control de la higiene, que aquí deja mucho que desear. Aunque no podemos asegurar que no te den una cosa por otra. No hay un sistema perfecto, pero el que tenemos en España es claramente mejorable.

-¿Cómo lo han conseguido los franceses?

-En Francia había un sistema de control del fraude alimentario que estaba distribuido entre Agricultura, Protección de los Consumidores y otro organismo que ahora no recuerdo. Se montó una batalla muy grande en la que yo intervine como soldado raso para crear una dirección general de Consumo y Control que agrupara todas las competencias. Agricultura se rebeló porque el sistema de control venía de una ley de 1918 que les daba mucha capacidad de actuación, pero al final lo conseguimos y el resultado ha sido excelente.

-Nosotros hemos observado que lo que más prolifera es el fraude económico, el gato por liebre, en restaurantes y el comercio minorista.

-Es que es muy difícil de controlar y detectar. En algunos países, como Francia, se exige que los restaurantes indiquen si el pescado es congelado. Es verdad que está muy extendido el fraude de ponerte otra cosa cuando te venden chuletón o jamón, aunque más que un fraude para mi es picaresca.

-Parece que le resta importancia al llamarle picaresca.

-Es cierto que en tiendas y restaurante es donde hay más fraude. En parte por la falta de coordinación y por otro la dificultad que entraña el control. Habría que tener inspectores trabajando las 24 horas del día. A usted le ha sentado mal que lo califique de picaresca, pero es para darle una idea de la relativa importancia que tiene frente al riesgo que comporta el fraude sanitario. De estos prácticamente no hay, solo hay que ver lo casos que salen. A nadie se le ocurre meter arsénico en una sopa salvo que quiera matar a la suegra.

-Pero a veces el fraude económico deriva en el sanitario.

-Es lo que quería decirle. Aquí tuvimos el caso del aceite de colza desnaturalizado que se vendía como aceite de oliva y en la primavera de 1981 causó la muerte de 1.100 personas y el envenenamiento de otras 60.000...

-Y más recientemente otro fraude muy común, el del atún que se hace pasar por rojo añadiéndole extracto de remolacha causó cientos de intoxicaciones el año pasado en España, al generar una toxina, la histamina, que provoca náuseas, vómitos y diarrea.

-La Unión Europea nos alerta de que cuando haya una subida o bajada de precios o impuestos estemos atentos. En Austria, por ejemplo, una bodega de vino blanco lo adulteró con dietilenglicol, una sustancia química utilizada como anticongelante, porque una cadena de supermercados le exigía mantener el precio tras una subida fiscal, con cientos de afectados. Atencion al fraude económico, aunque no sea grave, porque puede llevar a la crisis sanitaria.

-¿Está satisfecho de los sistemas de control a nivel europeo?

- A nivel europeo la cuestión está bastante solucionada, la prueba es el fraude de las hamburguesas con carne de caballo que se descubrió enseguida. Fue una buena gestión de un fraude grave porque, además, se informó al consumidor del riesgo, que es una de las claves de la lucha contra el fraude. Fue una vergüenza, pero con impacto sanitario nulo y económicamente mínimo.