Las advertencias sobre los riesgos de las redes sociales son ya un lugar común. Los abusos a menores y el ciberbulling son los más divulgados, pero la otra cara de internet apenas se había explorado. ¿Qué ocurre si un joven pasa o no puede integrarse en ese mundo digital? El estudio Jóvenes y comunicación. La impronta de lo virtual , presentado ayer en Madrid, desvela que esos jóvenes "sienten que están en riesgo de exclusión y marginación por parte de su grupo de iguales porque o todo pasa en las redes sociales o las cosas que pasan fuera se gestionan y preparan en ellas".

Puede sorprender que haya menores de 26 años que no controlen la tecnología. "Estamos acostumbrados a pensar que las nuevas generaciones son nativos digitales, presuponiendo que traen aparejados los conocimientos para moverse en entornos digitales, pero eso es una fantasía creada por los adultos", según Eusebio Mejías, el director técnico de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), la organización que ha encargado el estudio a través de su Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.

El informe revela cómo estar en las redes sociales exige de los adolescentes y jóvenes "un gran esfuerzo de aprendizaje continuo, una constante alfabetización digital". A las dificultades que genera cualquier proceso de aprendizaje hay que sumar la política industrial que para maximizar su negocio practica una constante renovación tecnológica que hace muy complejo "estar a la última". Aunque lo más difícil es saber compatibilizar los dos papeles, el virtual y el real, al tiempo que se mantienen un gran número de relaciones sociales de forma simultánea.

Todo esto lo acaban aprendiendo los jóvenes en su grupo de afinidad pero con una condición: que la familia disponga de medios para costear las herramientas. Tablets, smartphones y ordenadores no están al alcance de todos los bolsillos en un momento en el que millones de familias han pasado al otro lado del umbral de la pobreza.

La brecha social

El informe alerta de un nuevo peligro, la creación de una nueva brecha digital. Mientras la tradicional, la que separa a las generaciones cada vez se estrecha más, se ensancharía la que excluye a los jóvenes sin recursos.

El trabajo no se ha basado en la tradicional encuesta, sino que ha utilizado grupos de discusión en los que han participado jóvenes de entre 16 y 26 años de diversas procedencias sociales y con diferentes niveles de participación en las redes sociales. La mayoría asumen que "hay que estar" en ellas. Quien no participa es considerado "raro" o "independiente".

Contra la obsesiva advertencia sobre los riesgos de la red, el estudio destaca las bondades de un sistema de comunicación que permite una mayor socialización sin restar tiempo a otras actividades importantes. Según el estudio, los jóvenes utilizan internet sobre todo a costa de la televisión y de momentos en los que "no harían nada".

Los expertos que lo han elaborado proponen que la escuela y la familia en la medida que puedan pasen a formar parte activa en el aprendizaje del uso de las redes, adiestrando sobre sus bondades, sus límites y su buen uso. Así se evitarían la exclusión y minimizarían los riesgos.