Japón conmemoró ayer el sexto aniversario del accidente nuclear de Fukushima, mientras los niveles de radiactividad cerca de la planta siguen siendo objeto de debate y la mayoría de los desplazados por el accidente no quiere regresar a sus hogares. Desencadenado por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, el desastre de Fukushima está considerado el peor accidente nuclear de la historia junto al de Chernóbil (Ucrania) en 1986 y mantiene desplazados a día de hoy a unos 40.000 ciudadanos.

Seis años después, el Gobierno japonés se esfuerza por escenificar una vuelta a la normalidad con la reapertura progresiva de localidades próximas a la planta nuclear donde hasta hora estaba prohibido o restringido el acceso, tras amplias tareas de limpieza y descontaminación. Expertos médicos nipones y organismos como el Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación respaldan que la radiactividad en estas áreas no supone riesgos para la salud humana, algo que no es suficiente para los evacuados, que han regresado con cuentagotas a sus hogares. «Hay una gran sensibilidad pública sobre la radiación en Fukushima, pero las mediciones sobre el terreno muestran niveles extremadamente bajos», afirmó el experto médico Yoichi Tanigawa, al presentar esta semana en Tokio un estudio sobre la salud de los residentes de la prefectura.

Este informe encargado por el Ejecutivo descarta por ahora que exista un vínculo entre la exposición a la radiación derivada del accidente y la incidencia de cáncer de tiroides entre los niños de la región, aunque puntualiza que es necesario seguir analizando la situación a largo plazo para extraer conclusiones fiables. Greenpeace y otras agrupaciones han tachado estas conclusiones de «conjeturas», puesto que a su juicio se basan en estimaciones imprecisas de radiactividad.