El cuerpo de Lucía Vivar, la niña de tres años hallada muerta el pasado verano en Pizarra (Málaga) sobre las vías del tren, presentaba dos lesiones en la cabeza. La primera «es la que causaría su muerte, y la segunda, que podría corresponderse a un golpe del tren, sucedió cuando la niña ya no estaba viva», según constata la autopsia encargada por los padres a dos forenses, Luis Frontela y Carlos Pérez Agua. A falta de terminar de concretar la hora de la muerte, los progenitores mantienen que el fallecimiento de la menor no fue accidental, como sostiene la Guardia Civil. «A nuestra hija nos la quitaron», insistieron. Rotos por el dolor, que por momentos les impedía siquiera leer las notas que querían trasladar, los padres de Lucía, Almudena y Antonio, reclamaron ayer «que se llegue hasta el final» para esclarecer a muerte de su hija, porque «ni la propia juez que lo está investigando se cree la película que se ha montado» la Guardia Civil, que «hace agua por todas partes». La abogada de la familia entiende que si los golpes fueran provocados por el tren a primera hora de la mañana, tras horas de búsqueda por parte de cientos de voluntarios y poco antes de localizarse el cadáver, se debería investigar una posible «negligencia en la organización de ese dispositivo de búsqueda o en la decisión de no paralizar el tráfico de trenes». En el caso de que los golpes no fueran causados por el tren, consideró que se trataría de un asesinato. A esta versión siguen aferrados los padres, quienes dudan de que la pequeña fuera capaz de andar cuatro kilómetros sola y a oscuras por la vía del tren. Una reunión con la juez del caso les mantiene esperanzados.