Dos años han pasado desde que el vuelo de Germanwings se estrelló en los Alpes destrozando la vida de 150 familias pero la pesadilla continua. Las causas penales abiertas en Francia y Alemania no parece que vayan a ir más más allá de culpar al copiloto fallecido como presunto suicida y asesino, mientras la principal medida para que una tragedia así no se repita, el aumento de los controles médicos a los pilotos, camina al paso de tortuga de las instituciones europeas, sin ninguna garantía de que llegue a buen puerto. Eso al margen del vía crucis de las indemnizaciones. La gran mayoría de las 59 familias residentes en España han aceptado las ofrecidas, pese a considerarlas muy bajas.

Tras el siniestro, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) abrió dos líneas de trabajo, la primera de ellas de aplicación casi inmediata. Convirtió en obligatoria la recomendación dictada tras el atentado de la Torres Gemelas de que nunca se quedara una persona sola en la cabina de mando.

Algunas compañías, como Iberia, ya la habían aplicado, pero la gran mayoría no. Andreas Lubitz, el copiloto, aprovechó que el comandante había ido al baño para estrellar el avión. Se encerró tras la puerta que, también a raiz del 11-S, se blindó a prueba de cualquier intrusión.

DOS SIEMPRE EN LA CABINA DE MANDO

Ahora todas las aerolíneas obligan a que uno de los tripulantes entren en la cabina siempre que salga uno de los pilotos. Los expertos consideran que es una buena medida. “No solo por riesgos como lo de Germanwings, sino desde el punto de vista de la seguridad, de una enfermedad repentina o un desmayo de un piloto”, señala Carlos Salas, decano del Colegio de Pilotos (COPAC). Otros especialistas han recordado que, “aunque se entrena a las azafatas para una emergencia, a los mandos su margen de maniobra seguiría siendo limitado, al no saber pilotar”.

El otro foco de la EASA está puesto en la vigilancia del comportamiento psicológico de los pilotos. Tras un largo proceso de tramitación, la agencia trasladó a la Comisión Europea la propuesta de incrementarla con una medida estrella: la realización de controles aleatorios de alcohol, drogas y psicofármacos. Eso permitiría desvelar qué profesionales están en tratamiento sin tener que obligar a sus médicos a revelarlo, algo que muchas normativas nacionales impiden. A Lubitz lo habían visitado 41 médicos y el último que lo vio, solo dos semanas antes de la tragedia, le instó a coger la baja y a ingresar en un hospital psquiátrico.

Los trámites que debe seguir la CE para convertir esta propuesta en norma de obligado cumplimiento se alargarán como mínimo hasta final de año. Si es que la oposición de las compañías no da al traste con la medida. Éstas alegan los trastornos operativos que les podrían causar al dejar en tierra a pilotos a punto de hacerse cargo de un aparato. El Colegio de Pilotos español es más partidario de establecer“programas de ayuda preventivos orientados a la rehabilitación”, apunta su decano. Sólo Alemania, Gran Bretaña y Holanda han adelantado a Europa y están aplicando los controles por su cuenta.

No es de extrañar que la presidenta de la Asociación de afectados del vuelo de Germanwings, Silvia Chaves, haya pedido que "todo el mundo sea consciente de que lo ocurrido se puede volver a repetir” durante el acto conmemorativo celebrado en El Prat.

LA REPONSABILIDAD DE LUFTHANSA

Para la gran mayoría de las familias de cualquier siniestro aéreo, las indemnizaciones son lo menos importante. Las aerolíneas y sus aseguradoras intentan sacar rédito de ello y de la necesidad que muchas tienen de cerrar el duelo y pasar página.

Allianz, la principal coaseguradora de Lufthansa, la nave nodriza de Germanwings, ha ofrecido por las víctimas residentes en España algo más que el baremo de accidentes de tráfico y casi todas han aceptado. Cantidades que nada tienen que ver con el perjuicio causado por un accidente aéreo en el que la compañía ha sido responsable de haber puesto a los mandos a un piloto que estrelló el avión deliberademente y sometió a los pasajeros unos diez minutos terribles, los últimos de su vida.

Estos serán algunos de los argumentos de la demanda que presenta esta semana un grupo de cinco familias contra Lufthansa y Allianz en un juzgado mercantil de Barcelona, y que explicarán en una rueda de prensa convocada el próximo lunes.

Peor lo están teniendo los padres de los escolares alemanes. Por la vida de chicos de 18 años solo están dispuestos a pagar entre 40.000 y 50.000 euros. Un tribunal madrileño acaba de condenar al Ayuntamineto de Madrid a pagar más de 700.000 euros a la familia de un hombre fallecido al caerse una rama de un árbol. Una diferencia abismal.

PADRES ALEMANES LLEVAN SUS DEMANDAS A ESTADOS UNIDOS

Un grupo de progenitores germanos ha rechazado la oferta y ha trasladado el litigio a los Estados Unidos, donde las indemnizaciones son astronómicas. Las familias se han agarrado al hecho de que Lubitz obtuvo allí la capacitación que no logró en Alemania realizando un curso de una semana. Es dificil que los tribunales norteamearicanos acepten esta argucia, pero quizás los elevados gastos del litigio convenzan a la aseguradora de que es mejor sentarse a negociar.

Para la determinación de las responsabilidades penales, desde que la fiscalía alemana dejó claro que Lufthansa no es responsable porque desconocía la situación del piloto, las esperanzas de las familias para que “se depuren responsabilidades” se han centrado en la causa abierta en Marsella. Pero tras el traslado del fiscal, la causa parece empantanada. Brice Robin había impulsado una vigorosa investigación convencido de que las responsabilidades iban mucho más allá que la simple decisión de una persona enferma, pero dos años después ni siquiera se han encargado los preceptivos peritajes judiciales.