En el distrito de Suda deberían funcionar 21 centros de salud, pero sólo hay dos a pleno rendimiento, otro está totalmente cerrado. Los otros 18 tienen escasez de personal y no tienen suficientes medicamentos, por lo que sólo están llevando a cabo servicios muy básicos como ofrecer complementos alimenticios para combatir la desnutrición y vacunas. Ello conlleva que sean muchas más personas de otros lugares las que hacen un largo viaje a nuestro centro médico.

Las instalaciones sanitarias no funcionan correctamente porque carecen de personal. En teoría debería haber cinco profesionales por cada centro, pero actualmente sólo hay dos o tres. El Ministerio de Salud ya no puede pagar las dietas de los trabajadores voluntarios, con lo que muchos no van a los centros o se van a trabajar a otros lugares.

Aunque por suerte ninguna de las instalaciones de salud en el distrito de Suda, en el que nos encontramos, han sido objetivo de ataques aéreos, sí que han sido bombardeados los cuatro distritos vecinos (Al-Asa, Al-Wafla, Huth y Harf Sufian)

En la clínica nos encontramos con enfermedades provocadas por parásitos, como los giardia o belharsia, que tienen su hábitat en el agua de lluvia que es la que la población está utilizando para beber. Los niños se enferman por cosas tan sencillas como no lavarse las manos de forma adecuada, y nos encontramos con muchas infecciones respiratorias que aparecen cuando bajan las temperaturas porqué las familias no cuentan con suficiente ropa de abrigo para sus hijos.

En la clínica tenemos algunos medicamentos que nos proporciona Save the Children, y el Ministerio de Salud nos dijo que no nos podía proporcionar ninguno más debido al bloqueo que impide la distribución de suministros y mercancías. Cuando tenemos casos graves, enviamos los pacientes al Hospital de Amran, a 50 km de distancia porqué aquí no podemos darle una atención adecuada.

Algunas personas que viven aún más lejos no pueden permitirse el lujo de venir hasta aquí, y cuando podemos utilizamos unidades móviles de salud… que desgraciadamente ahora mismo no funcionan. Para que puedan recibir atención médica viajo al valle y voy por todas las aldeas y visito a todas las familias nómadas, les damos atención sanitaria y vacunamos a los niños.

Hay más de 5 km de distancia, por lo que puede tomar un par de horas llegar hasta allí caminando, solo, con mis sandalias. Una vez cada tres meses me levanto temprano por la mañana y viajo hasta allí con suministros y vuelvo a pleno sol. Los trabajadores de la comunidad les avisan cuando voy para que todos se reúnan y les pueda atender.

Estas personas no tienen casas, trabajan la tierra de otra persona como agricultores y reciben un poco de dinero a cambio. Ese dinero lo utilizan para comprar maíz, y no les queda dinero para pagar un hogar. Se ven obligados a dormir en refugios improvisados y a desplazarse continuamente, por lo que su salud es frágil.

Hago esto porque siento una responsabilidad por la salud y el bienestar de estos niños. Son personas que viven en mi zona, y son tan pobres que ni tan solo pueden venir hasta la consulta a traer a sus hijos, aunque necesitan atención médica. Yo soy médico, así que tengo que ayudar. Si hay algo que pueda hacer para ayudarles, debo hacerlo.