Ya resulta evidente la coincidencia entre los alimentos a los que múltiples estudios científicos citan por su potencial protección frente a las enfermedades cardiovasculares -el infarto entre ellas, los que ayudan a conservar la función cognitiva y la memoria -freno a la demencia de alzhéimer- y aquellos que que las principales entidades vinculadas en la lucha contra el cáncer sugieren como vía para evitar o reducir el riesgo de desarrollar algunos tumores malignos. Les une su capacidad para frenar la oxidación celular inevitable en los seres vivos que respiran oxígeno -son antioxidantes-, el bajo contenido en grasa animal y la protección que su condición fibrosa ejerce en todos los órganos relacionados con la deglución y la digestión.

El estrés oxidativo -la dificultad del cuerpo para eliminar las toxinas del ambiente, de los alimentos o de los fármacos- influye de forma decisiva en la aparición de algunas demencias, indicó un reciente estudio publicado en la revista científica ‘Journal of the American Medical Association’ (JAMA). El beneficio de la dieta antioxidante frente al cáncer es admitido por oncólogos y nutricionistas.

Un tercer detalle que vincula la prevención de esos tres grupos patológicos, los que causan más sufrimiento, enfermedad y muerte en el mundo, es la constatación, en todos ellos, de que el ejercicio físico continuado e intenso reduce tanto el riesgo de sufrir un proceso coronario como el de padecer alguno de los cánceres más recurrentes. Y dado que estimula el riego sanguíneo cerebral, también se considera conveniente para quienes muestran indicios de una enfermedad neurodegenerativa.

IMPENSABLE / Frutas y verduras frescas -unas más que otras- pescado fresco, frutos secos y aceite de oliva extra virgen son encuadrados con creciente frecuencia, en publicaciones científicas, en la categoría de alimentos protectores del cáncer, el infarto o el alzhéimer, algo que hace apenas 15 años era seriamente cuestionado o simplemente negado en los ámbitos de la investigación científica. Los alimentos que serían capaces de evitar el cáncer son, no obstante, los que generan más interés y seguidores.

«La dieta influye en la reducción del riesgo de sufrir un cáncer, es un factor que se suma a la predisposición genética individual y a la influencia ambiental -asume Judith Balmaña, del Hospital del Vall d’Hebron-. Pero hay que cuidar cómo se expresa esto. A veces, el término prevención se interpreta como supresión del riesgo, y eso no es cierto». «Hay pacientes que nos dicen que estaban convencidos de que no llegarían a sufrir un cáncer porque mantenían un estilo de vida sano -añade-. A día de hoy, no se sabe si es posible aniquilar la aparición de un cáncer por medio del estilo de vida y la alimentación».

¿Dé qué frutas y verduras hablamos? Existe coincidencia en considerar como máximos protectores frente a un cáncer un conjunto de frutos que encabeza el brécol, seguido de zanahoria, col, tomate, arándanos, uvas, piña, pomelo, limón, papaya, alcachofa, escarola y cebolla, entre los principales. En un término medio en cuanto a su poder protector, se sitúan las legumbres y los cereales integrales, con creciente predominio de los que no contienen gluten, como son la quinoa o el maíz. A continuación, se citan pescado a la plancha y carne de ave. Como «poco recomendables» figuran las bebidas alcohólicas, las grasas saturadas que forman embutidos y carnes rojas, la sal, el azúcar refinado e incluso el marisco y la repostería.

PREVENCIÓN / Los porcentajes de prevención que se consiguen seleccionando un menú ultrasano oscilan, según diversos estudios consensuados, entre un 20% y un 25%: es decir, uno de cada cuatro cánceres se atribuyen a incorrecciones en la forma de comer, sostenidas en el tiempo.

O a la inversa, una dieta siempre saludable podría suprimir esa misma proporción de opciones de sufrir un cáncer. Otro 20% de cánceres está asociado a la contaminación causada por el tráfico de vehículos.