La cumbre del clima de Bonn (COP23) concluyó ayer de madrugada con un balance muy pobre, sin apenas progresos y con el único consuelo de que la comunidad internacional sigue unida en la lucha contra el calentamiento global pese a la deserción de la Administración estadounidense. Las casi 200 delegaciones no lograron ni siquiera concluir las «reglas» o mecanismos técnicos que permitirán implementar o poner en marcha el acuerdo suscrito hace dos años en París. No fue una reunión de pobres resultados, sino pobrísimos. Ahora el peso recae sobre la próxima cumbre, que curiosamente se celebrará en la ciudad polaca de Katowice, en el epicentro de una potente cuenca carbonífera.

«La acción a nivel nacional está muy lejos de lo que se necesita (sintetizó Manuel Pulgar-Vidal, de la asociación WWF). La paradoja entre lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer es clara». «Nunca había visto una COP con una tasa de adrenalina tan baja», dijo un diplomático europeo a la agencia France Presse. Y también muy sintomático fue el comunicado emitido por la delegación española: «En Bonn se ha continuado trabajando para construir el Acuerdo de París y no habido retroceso en ninguno de los temas tratados». Vista la inacción gubernamental, una de las principales esperanzas son actualmente las 7.500 ciudades y entidades de todo tipo, así como centenares de empresas, que se han propuesto a título personal avanzar hacia una sociedad baja o nula en carbono.

GRANDES ESCOLLOS / Los principales escollos en las negociaciones celebradas en Bonn atañían a dos asuntos clave. El primero, conocido como Diálogo de Talanoa, es la revisión de los compromisos de reducción de las emisiones de CO2 que se anunciaron en París, es decir, qué criterios se aplicarán para que los países ofrezcan propuestas más ambiciosas con vistas al 2020, cuando se pondrá en marcha el nuevo tratado, puesto que las que se encuentran ahora sobre la mesa no garantizan la estabilización de las temperaturas globales, sino que la impulsan más de tres grados por encima de los valores preindustriales.

El segundo escollo ha sido nuevamente la financiación que los países industrializados destinarán para que los países en desarrollo puedan adaptarse al calentamiento global, ahora con el agravante de la ausencia de EEUU. En la COP15 de Copenhague (2009) se acordó que los países industrializados aportarían 100.000 millones de dólares anuales a partir del año 2020, pero los detalles de la implementación no se han desarrollado.