La escritora granadina Cristina Morales, de 29 años, aceptó el encargo de meterse en la piel de Santa Teresa de Jesús para, en su quinto centenario, escribir "Malas palabras" en primera persona, como si se tratara de la misma santa, de la que ha asegurado a Efe que "de mojigata, no tenía nada".

En la conmemoración del quinto centenario del nacimiento de la Santa, la editorial Lumen ha publicado al mismo tiempo "Malas palabras" y el "Libro de la vida" de Santa Teresa de Jesús, que Cristina Morales ha considerado, más que unas memorias, "una autobiografía en el sentido moderno del término".

El desafío aceptado por Cristina Morales pasaba por escribir lo que hubiera escrito Santa Teresa si hubiera tenido libertad para hacerlo, para lo cual la autora ha asegurado haber hecho "un ejercicio de indagación y diálogo, ya que no tenía sentido remedar a la excelente escritora que fue".

"Teresa tuvo unos planteamientos muy radicales para su época, incluso hoy, en el seno de la Iglesia, seguiría representando a una secta de la peor calaña, alguien que dice que si se concentra mucho puede escuchar la voz de Dios", ha señalado para recordar que Santa Teresa "no vivió en el Siglo de Oro, sino en el siglo de hierro, el de la Contrarreforma y la quema de herejes".

"Hasta Santa Teresa sólo San Agustín se había atrevido a escribir en primera persona sin ocultación de su identidad; y para más inri era una hembra; para eso necesitó mucho coraje y mucha inteligencia", ha señalado Morales, quien se admira del modo "en el que era capaz de decir herejías".

Por ejemplo: "Dios me hiere, pero me gusta" o "Dios me susurra al oído", algo que "en su época no tenía una lectura sexual, como puede tenerla hoy, sino que directamente se relacionaba con el demonio".

Morales ha explicado que a diferencia de su desafío para escribir "Malas palabras", el de Santa Teresa "no fue un desafío literario, sino a vida o muerte", cuando sus confesores le pidieron que pusiera por escrito "las mercedes que Dios le daba" para poder examinar ellos si aquellas palabras pertenecían al ámbito de Dios o al del demonio.

"Teresa era de un fanatismo y una imprudencia maravillosas, porque aún escribiendo y jugándose el pellejo insiste, como si fuera una escritora 'beat' -aunque son los 'beat' los que se parecen a ella-, en tanto que experimentaba una realidad sublimada, paralela, y la narraba".

"Su valor no tiene nombre y su honradez resulta asombrosa; es como si nosotros escribiéramos que hacemos ciertas cosas y vamos a ciertos sitios... Al lado de Santa Teresa, el mayor antisistema es un corderito".

Morales ha considerado que "El libro de la vida" es "mucho más que un documento teológico, es un tratado político y establece una base feminista clara, lo mismo que dijo Virginia Wolf cuatrocientos años después: 'Quiero encerrarme en mi cuarto y ponerme a leer'".

A la pregunta de si cree que la santa la absolvería o la condenaría por sus "Malas Palabras", Morales ha contestado: "No nos llevaríamos bien, lo que no quita para que yo la admire... Era una política, y una mujer ambiciosa que quería poder y lo buscaba, y le gustaba que la obedecieran, y ella ejercitó ese poder en los conventos".

Morales ha asegurado que en lo que más ha arriesgado al interpretar a Teresa ha sido considerar que la santa pensaba que las elecciones "eran un proceso caduco" y que ella no quiso elecciones en los conventos, ámbitos hiperregulados en los que sin embargo Santa Teresa provocaba "un vacío legal deliberado".

Santa Teresa "era autodidacta pero perfectamente letrada", según Morales, quien no está dispuesta a admitir que se siga diciendo sobre ella que "la falta de cuidado en su escritura es su gracia", por su uso coloquial y antirretórico del lenguaje, lo que se toma como "un juicio previo y machista" sobre su literatura.