Tras escapar del Ejército birmano, huir durante días bajo la lluvia y llegar a otro país a vivir en donde pueden, los rohinyás sufren ahora la amenaza de la enfermedad, según organizaciones de salud y la ONU que alertan de que en los campos de refugiados puede haber una crisis sanitaria. Más de tres semanas después del inicio del éxodo de rohinyás desde Birmania (Myanmar), los 412.000 refugiados que han llegado a Bangladesh huyendo de la violencia viven en unas condiciones que son insostenibles en el tiempo.

«No estoy seguro que el mundo sea consciente del nivel o de la gravedad de la crisis aquí», indicó a Efe el coordinador de Emergencia de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), Robert Onus, a unos pocos metros de la entrada del campamento de Balukhali. «Todo el mundo sabe que hay 400.000 personas que han llegado en un espacio de dos semanas, además de los que estaban aquí antes, pero quizá no sea obvio que las condiciones para esta gente aquí son muy difíciles», añadió.

Las condiciones meteorológicas no fueron ayer tan benevolentes como en los días anteriores y descargó una fuerte tormenta que sirvió de ensayo general de lo que se avecina si las condiciones empeoran. Antes de que la crisis del pasado 25 de agosto hiciera erupción, entre 300.000 y 500.000 refugiados rohinyás ya se encontraban en territorio bangladesí, la mayoría en campos improvisados o temporales, no reconocidos por el Gobierno pero donde podían hacer su actividad agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales.

El responsable de MSF subrayó que las condiciones en los campamentos son «muy precarias», con tiendas montadas con «una lona de plástico y unos palos de bambú» y sobre todo sin acceso a agua limpia y a baños. «Cuando combinamos todo eso llegamos a una situación en la que una epidemia es algo que puede pasar fácilmente», dijo.

La opinión de Onus es compartida en los reportes de la ONU. El informe de situación del Grupo de Coordinación Intersectorial de ayer señala que las instalaciones sanitarias existentes registran entre un 150% y un 200% de incremento de los pacientes.

También afirma que el sistema de vigilancia y los sistemas de alerta rápida necesitan ser «fortalecidos» ante la falta de acceso a agua y saneamiento en los nuevos asentamientos, el hacinamiento y la posibilidad de que surjan epidemias. Miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) trataban de llevar a cabo ayer un dispositivo de vacunación en los asentamientos espontáneos alrededor del campo de refugiados, pero la lluvia impidió que comenzara a tiempo.

Pero en los asentamientos que surgen como setas no es la vacunación lo que preocupa. Javed lleva en brazos a Sadia, una niña de apenas un año con un rostro delgado y pálido. El joven de 25 años asegura que su hija lleva varios días con diarrea y que necesita medicinas y también comida. A unos metros de allí, Anwara Begum, de 35 años, llora porque ella y sus hijos no se encuentran bien desde que llegaron hace una semana a Bangladesh.

Bajo una lona de plástico que protege a ocho personas de la lluvia, su hija de 6 años tiene quemaduras en piernas y pecho, y el más pequeño, de 3 años, permanece tendido con los ojos cerrados sobre una manta. «Desde que llegamos está enfermo y no deja de dormir», dice. Asegura que les han dado medicinas pero hacen efecto. «El problema no son las medicinas, el problema es que no estamos comiendo», dijo.