La Iglesia católica cometió de forma sistemática abusos sexuales y castigos físicos y psicológicos en Irlanda del Norte a lo largo de todo el siglo pasado. La actuación de la policía norilandesa, la antigua Royal Ulster Constabulary (RUC), fue “un catálogo de fallos”. La jerarquía eclesiástica ignoró repetidas advertencias de gravísimas agresiones, como las del fraile Brendan Smyth que durante 40 años violó y abusó sexualmente de decenas de menores en Belfast, Dublín y Estados Unidos.

Esas son las conclusiones de la Investigación de Abusos Institucionales Históricos (HIA), que durante los últimos tres años ha revisado las alegaciones de abusos cometidas en 22 instituciones de la provincia entre 1922 y 1995. El juez jubilado Anthony Hart presentó este viernes en Belfast el documento, de 23.000 páginas, cuyas implicaciones serán discutidas con el Papa por altos cargos del clero.

MALOS TRATOS "SISTEMÁTICOS"

Después de escuchar 493 testimonios de personas que pasaron su infancia en residencias, centros de acogida y enseñanza, la comisión da por probado que hubo abusos y maltratos, “sistemáticos” y “numerosos”. Agresiones como las relatadas por 189 antiguos residentes de cuatro instituciones regentadas por las monjas de la Orden de las Hermanas de Nazaret. Las religiosas cometieron “abusos físicos y emocionales”, así como “actos denigrantes y humillantes”.

En una escuela de formación profesional en Bangor, a las afueras de Belfast, varios niñas fueron víctimas de abusos sexuales y castigos corporales, a manos de los trabajadores del centro. Muchos de esos abusos -indica el informe- eran conocidos por miembros del clero que no hicieron nada por detenerlos. Otras monjas, las Hermanas del Buen Pastor en las localidades de Londonderry y Newry, emplearon “prácticas inaceptables”, obligando a las chicas a trabajar como esclavas en sus lavanderías. En algunos centros se acostumbraba a bañar a los menores con Jeyes Fluid, un potente desinfectante y humillarles obligándoles a quedarse desnudos durante largos periodos de tiempo.

HORROR EN LA RESIDENCIA

Capítulo especial en el informe merece lo ocurrido en residencia Kincora Boys al este de Belfast, para chicos de entre 15 y 18 años. El centro se convirtió en el campo de actuación de una red de pederastas, algunos de cuyos miembros eran conocidos miembros de la comunidad unionista protestante. Tres de los empleados fueron encarcelados en 1981 por abusar de 11 chicos. Algunas de las víctimas terminaron suicidándose. De acuerdo con el juez Hart, la investigación de la policía cuando se produjeron las primera denuncias “fue inepta e inadecuada”, lo que facilitó el que otros chicos sufrieran idénticos ataques.

Los hechos en Irlanda del Norte vienen a sumarse a los masivos abusos sufridos por miles de niños a lo largo del siglo XX en el sur de la isla. Fue a raíz de aquel aterrador informe, cuando el Ejecutivo norirlandés, compartido por protestantes y republicanos católicos, ordenó en el 2012 una investigación similar.

En sus conclusiones, el juez Hart recomienda que se indemnice a las víctimas con una cantidad, a modo de compensación, libre de impuestos y que se levante un monumento permanente en su recuerdo, en el Parlamento autónomo de Stormont.