En los últimos años, el 'thriller' español ha vuelto a consolidarse. Y con un estilo personal. No necesita imitar o rendir tributo al 'film noir' norteamericano. Echa raíces en una imaginería propia, sin perder de vista la actualidad sociopolítica, como demostró Enrique Urbizu en la estupenda 'No habrá paz para los malvados' (2011).

El 2014 fue el año de 'La isla mínima', un relato policiaco protagonizado por dos agentes antagónicos que deben esclarecer unos asesinatos en las marismas del Guadalquivir. Gran triunfadora de los Goya de aquel año, la película de Alberto Rodríguez, colindante con la primera temporada de la serie 'True detective', abrió un nuevo filón prolongado ahora por el propio director y por uno de los dos protagonistas del filme, Raúl Arévalo.

EN LOS GRANDES FESTIVALES

Rodríguez, que anteriormente ya había sacado buena nota en el cine policiaco con la agitada 'Grupo 7' (2012), interpretada por Mario Casas y Antonio de la Torre, mezcla ahora 'thriller' y política en 'El hombre de las mil caras', una producción de Zeta Cinema que recrea el 'caso Paesa'. Arévalo debuta como director con 'Tarde para la ira', protagonizada por De la Torre. A estos dos títulos se suma 'Que Dios nos perdone', también con De la Torre, una nueva mirada al género en su acepción más virulenta y centrada en otra pareja de policías diametralmente opuestos.

Las tres películas, excelentes, demuestran además la vigencia del policiaco en los grandes festivales, hasta hace poco tiempo reacios a programar cine de género: 'Tarde para la ira' será presentada en la Mostra de Venecia y el festival de Toronto, mientras que 'El hombre de las mil caras' y 'Que Dios nos perdone' competirán en San Sebastián.

PERSONALIDADES INESTABLES

'Que Dios nos perdone' se mueve en un registro bien distinto del del anterior largometraje de Rodrigo Sorogoyen, 'Stockholm' (2013). El filme está ambientado en el verano madrileño del 2011 y enfrenta a dos policías atípicos, uno muy visceral y expedientado por haber golpeado a un compañero (Roberto Álamo, candidato casi seguro al Goya) y el otro, introvertido y solitario (De la Torre), con un asesino en serie que viola y mata ancianas. En el devenir hiperrealista del relato es tan interesante la resolución del caso como el estudio de las dos inestables personalidades que representan los policías.

En su debut tras la cámara, Arévalo se decanta igualmente por un policiaco torvo e inhóspito. Una paciente venganza sobrevuela las intensas imágenes de 'Tarde para la ira', relato sobre un individuo con pasado oscuro y otro recién salido de la cárcel en un contexto de latente tensión.

Francisco Paesa, el hombre de las mil caras, encarnado en el filme de Rodríguez por Eduard Fernández, es un espía, impostor y tramposo que engañó a todo un país. Tiene dos grandes muescas en su currículo: fue artífice de una importante operación policial contra ETA (después huyó del país al verse envuelto en un caso de extorsión relacionado con los GAL) y facilitó el lavado de los 1.500 millones de pesetas que el exdirector de la Guardia Civil Luis Roldán había robado de los fondos reservados.

La película se centra en este caso y en las sigilosas maniobras que realizó el aún hoy enigmático Paesa para engañar a todo el mundo, contando con la colaboración de su socio Jesús Camoes. Este personaje está interpretado por José Coronado en su vuelta al 'thriller' tras sus cometidos a las órdenes de Urbizu. Algunas figuras eminentes del PSOE de la época no salen bien paradas en la película.