La pasada semana, un instalador de Movistar era condenado a pagar 2.000 euros por usar los datos de una clienta para acosarla por Whatsapp. La noticia, lejos de ser un caso aislado, ha dado lugar a decenas de comentarios en las redes sociales donde distintas mujeres han visto sus vivencias reflejadas.

Repartidores, empleados de banca, de aerolíneas, talleres... Hombres que con la excusa de un contacto puramente profesional acceden a los datos personales de las usuarias sin su permiso para acosarlas a través de las redes sociales.

La periodista Violeta Muñoz iniciaba un hilo en el que diferentes mujeres narraban su experiencia similar. Ella, con la historia de una amiga acosada tras embarcar.

Según estas mujeres, cualquier sitio y red social sirve a estos hombres para contactar con ellas de una forma totalmente ilegal, accediendo a sus datos. Así lo cueneta Silvia con el empleado de un banco, que directamente le mandó una solicitud de amistad en Facebook.

Incluso en momentos delicados, hay quien aprovecha esos datos. Margaryta narra un escalofriante hecho en el hospital.

Aquí empezaban a comprobar que no se trataba de hechos aislados.

Los principales problemas se los han encontrado con quienes van puerta por puerta o reparten comida.

Incluso buscar piso puede suponer un problema para ellas. El casero, en este caso, estaba más interesado en contactar con la mujer que en alquilarle el piso.

El repartidor, un clásico. Puede llevar una pizza.

O un paquete. Pero la actitud es la misma.

Lo más grave, cuando es un propio policía el que "bromea" con ello.

Este caso de un trabajador de una compañía eléctrica viene a desarrollar lo que sucede después de ese primer contacto. Ella termina por denunciar el acoso.

Le hizo la llamada para verificar datos de cliente y dar consentimiento para la nueva promoción. A las diez de la noche de ese mismo día, le habló por whatsapp desde un número desconocido pidiéndole una foto de su DNI porque no había recogido bien los datos. Se fue a dormir, y a la mañana siguiente comenzó a insinuarse con que era masajista y que le parecía muy guapa. "Él seguía con sus mensajes subidos de tono. Llamé a la policía para saber que podía hacer, ya que ese tío sabía hasta donde vivía, además de la dirección de toda mi familia". Fue a los Mossos y denunció.

Y en cualquier gestión del día a día pueden encontrarse con este tipo de hombres. Aquí, un trabajador de un taller.

En definitiva, decenas de comentarios con experiencias similares que indican, y ellas inciden en eso, que no se trata de "casos aislados". En algunas ocasiones, con el agravante de tratarse de menores, como este caso en el que un hombre memoriza el teléfono de una niña que recarga su móvil en el supermercado.