A principios del siglo XX pocos, como Ramón del Valle-Inclán, se atrevían a vestir prácticamente a diario la capa española, prenda de abrigo y de mucho prestigio que han lucido emperadores, reyes, papas, toreros, artistas o políticos, también mujeres, pero hoy solo los esnob se atreven con ella.

Manto cobertor e indicador de jerarquías, «la capa se remonta a la prehistoria», explica la jefa de Colecciones del Museo del Traje (CIPE) de Madrid, Concha Herranz, quien asegura que esta pieza es la indumentaria «más antigua» que se puede encontrar en todas las culturas.

En España siempre ha existido tradición por la capa, se dice que su temporada va del 11 de noviembre, día de San Martín, al 19 de marzo, San José, una prenda que, además de identificarse con la indumentaria de los alcaldes, forma parte de los trajes regionales.

La capa española es un trozo de tela que cae desde los hombros hasta los tobillos, «una circunferencia de paño de 360 grados a la que se le añade un cuello de pie», explica Herranz.

A lo largo de la historia, esta prenda ha evolucionado y ha ido sumando detalles, de tal manera que en su día se le añadió una «capelina más pequeña que abrigaba los hombros», dice Herranz, quien detalla que el cierre de esta prenda consiste en «dos piezas unidas con una cadena».

El interior de la capa se resuelve con el forro y las vistas, «dos tejidos que se incorporan a su paño», cuenta Herranz, quien hace hincapié en la importancia de las vistas, pieza que se confecciona con terciopelo en colores contrastados o bien con estampados florales, y que se apoya sobre el hombro izquierdo.

Su largo ha ido variado en función de la modas y de la estatura de los hombres, dado que es una prenda que se hereda generación tras generación, «y no todos tienen la misma altura».

Antiguamente, quien lucía una capa tenía poder adquisitivo, era una pieza de elite y de prestigio social en la Edad Media.

A principios del siglo XX decayó una prenda que, en los años sesenta y setenta, volvió a ponerse de moda, a la calle y a los espacaparates de la mano de André Courrèges y Paco Rabanne, diseñadores que propusieron un modelo «galáctico, sin apenas vuelo», y que hoy vuelve a estar de moda, clásica o versionada, por su poder con mayúsculas.