Le apodan el Canguro porque es australiano y sigue siempre adelante. Como desde el jueves, cuando le despertaron para informarle de que la policía de Victoria (Australia) le buscaba para procesarle. A pesar de su precaria salud, dijo que iría, se defendería y volvería a Roma.

En meses pasados, se alojó al menos cuatro noches en un hotel de Roma, desde donde respondió por videoconferencia a los investigadores y recibió a un grupo de víctimas de abusos. En su diócesis australiana creó un protocolo pionero contra la pederastia, aunque la prensa le tachó de rácano: las indemnizaciones tenían un tope de 50.000 dólares australianos. Lo contrario, como escribió el semanario l’Espresso, de los 501.000 euros gastados para poner en marcha la flamante Secretaría Económica, creada por Francisco para aprobar y supervisar los gastos vaticanos.

Los electores del cónclave del 2013 pidieron reformas con urgencia. Pero el nombramiento del «extranjero» Pell en 2014 sentó como un puñetazo a los monseñores italianos que, desde 1929, habían manejado a su antojo la finanzas de la cúpula católica.

Juan Pablo II, por el mismo supuesto delito, «encubrió» al cardenal de Viena, Hans Wilhelm Groër, pero le obligó a dimitir y le encerró en un convento.

«He sido siempre coherente y claro en mi rechazo total de estas acusaciones, que refuerzan mi determinación, de manera que el tribunal me ofrece la posibilidad de defender mi nombre y volver a mi trabajo a Roma», dijo Pell. Sin embargo, desde ayer no participa en ningún acto oficial vaticano.