Una pide que la identifiquen como Valèria y la otra, como Carmen. Las dos fueron víctimas de acoso escolar nada más empezar la primaria y por eso sus familias ruegan mantenerlas en el anonimato. En los dos casos, el bullying acabó cuando las niñas cambiaron de colegio. Sus padres denunciaron a la dirección de los respectivos centros por no prestarles el socorro necesario y por los perjuicios psicológicos que les produjo el acoso, pero ambas familias recibieron sentencias en contra. Por falta de pruebas, dijeron los jueces. «Es que basta con que la escuela demuestre que ha organizado una reunión, que ha activado un protocolo o que ha intervenido de algún modo, para que quede eximida de cualquier responsabilidad… Aunque ninguna de esas medidas hayan resuelto el conflicto», denuncia Javier Pérez, presidente de la asociación Nace-No al Acoso Escolar.

Desde la entrada en vigor de la Lomce en el 2013 en España, que da plena potestad a los directores de colegios para gestionar estas situaciones, «es el responsable la escuela quien interviene cuando se produce una acción violenta entre los alumnos», señala Blanca Barredo, vicepresidenta de la comisión de abogados mediadores del Colegio de Abogados de Barcelona. «Antes era el consejo escolar, donde están representadas también las familias y la Administración, el que trataba estos asuntos», observa la letrada. Lo que ocurre, constatan Javier Pérez y Blanca Barredo, es que en demasiadas ocasiones la escuela se deja llevar por una cuestión de reputación. «No puede ser que el propio centro sea el encargado de investigar un caso de acoso escolar, o cualquier otro conflicto que pueda surgir, porque su tendencia es a ocultarlo, para que eso no le suponga una publicidad negativa, especialmente en localidades pequeñas o medianas», agrega Carmen Cabestany, secretaria de Nace. «En estos casos -prosigue-, los colegios son primero juez y luego, cuando la víctima presenta denuncia contra ellas, se convierten en parte interesada».

La asociación, que recuerda que uno de cada siete estudiantes españoles ha sufrido bullying en algún momento de su etapa escolar, recomienda a los padres «que tomen nota de lo que pasa desde el primer minuto, en cuanto tengan la más mínima sospecha». «¿Cuántos protocolos se habrán aplicado sin ningún éxito? ¿Cuántas víctimas hay realmente?», cuestiona Cabestany, que lamenta la poca transparencia que hay en este ámbito.

Es, asegura Nace, «una lacra social en la sombra», porque en torno a ella hay desinformación, falta de sensibilidad y poca voluntad de colaboración, denuncia. La entidad reclama «más campañas de sensibilización, sobre todo para los profesores, pero también para el resto de alumnos, que en estos temas suelen ser los primeros en poder hacer una detección». La organización de la escuela «ha de ser abierta, flexible y debe dejar claro a qué personas puede recurrir cualquier posible víctima», subraya por su parte Barredo.

«Tú confías en la escuela, piensas que has dejado a tu hija en las mejores manos y cuando empiezas a ver que a la niña le pasa algo, que no quiere ir al colegio, en un principio te dejas guiar por lo que el colegio te dice... hasta que ves que no, que no están haciendo nada, que lo único que les preocupa es preservar su nombre porque es un colegio concertado», lamenta Sonia, madre de Valeria, que ahora estudia tercero de ESO.

Carmen tiene todavía 9 años y ni siquiera vive ya en Sevilla, donde sufrió el episodio de acoso escolar. Su familia se ha mudado a Irlanda, bien lejos, después de que la niña cometiera incluso una tentativa de suicidio. «Pero a pesar de la distancia y de la atención psicológica que recibe, sigue sufriendo unas pesadillas espantosas y ataques de ansiedad», explica vía telefónica Silvia, su madre. La progenitora, que es abogada, acaba de presentar un recurso de amparo ante el Constitucional, después de haber agotado las vías penales anteriores. «Jueces y fiscales reconocen, en los autos que han emitido hasta ahora, el padecimiento de Carmen, pero afirman también que no hubo omisión de socorro por la escuela», se lamenta.