El aparatoso accidente ferroviario de la estación de Francia que ayer por la mañana movilizó a todos los cuerpos de emergencia de Barcelona y activó a las autoridades catalanas y españolas se saldó sin ninguna víctima mortal. Sin embargo, el balance final de 56 heridos, tres de ellos de gravedad, da la medida de lo cerca que sobrevoló la tragedia a los pasajeros que viajaban en el convoy.

El tren era de Rodalies, el R2 sud, que había salido a las 6.00 horas de Sant Vicenç de Calders y a las 7.15 horas estaba entrado en la estación. El conductor ya había iniciado la maniobra de frenada y los pasajeros se habían levantado del asiento para acercarse a las puertas de salida. Pero el convoy, por causas que todavía se desconocen, no se detuvo a tiempo y chocó contra el tope de la vía 11.

El efecto acordeón provocó que los vagones se agolparan y que el pasaje entero, la mayoría de pie, cayera al suelo. Debido al impacto, muchos de los viajeros salieron despedidos hacia delante y se lastimaron contra los agarres, los asientos o directamente al chocar entre ellos. Aunque el tren se desplazaba a poca velocidad, el golpe fue brusco.

Los cuerpos de emergencia llevan meses formándose para activar el protocolo AMV (accidente con múltiples víctimas), debido al contexto de alerta por terrorismo yihadista. El accidente de la estación de França sirvió para llevar la teoría al terreno práctico. En cuanto empezaron a hervir los teléfonos del 112, se dio la orden a los principales hospitales de la zona para que se preparan para recibir heridos.

Tras el choque, las puertas del tren permanecieron cerradas durante dos o tres minutos. Al abrirse, los afectados salieron al andén conmocionados por los golpes, con brechas en la cabeza y heridas en las extremidades. Los primeros auxilios llegaron enseguida y los sanitarios atendieron a los usuarios por orden de gravedad.