Las arañas se cuentan entre los animales que nuestro subconsciente asocia con el peligro: casi todas son carnívoras, para cazar saltan, se esconden o usan unas fibras muy resistentes y pueden picar y producir incluso la muerte. Hasta ahora sabíamos bastante poco de su ADN. En la revista 'Science' nos han llamado la atención sobre resultados recientes que pueden corregir un poco la situación y se han fijado sobre todo en sus venenos y en las fibras con que hacen las telarañas.

Hay quizá hasta 90.000 especies de arañas entre todos los continentes, salvo la Antártida, y sabemos que existían hace unos 300 millones de años porque algunas las hemos encontrado dentro de ámbares antiguos. Las hay minúsculas y también las hay suficientemente grandes como para comer pájaros pequeños. Sus genomas son complejos, en algunos casos mayores que el humano. Su estudio está permitiendo clasificarlas en tres grandes grupos y estudiar las relaciones entre ellas.

De la biología de las arañas pueden interesar muchas cosas, por ejemplo su comportamiento y su evolución, pero hay dos aspectos que destacan. Sus venenos son muy complejos y pueden permitirles cazar animales que a veces son mayores que ellas mismas. También interesan las fibras con que hacen redes y cubiertas para sus guaridas. Su resistencia ha atraído a compañías que querrían aprovechar sus propiedades tal como se hace con la seda de insectos. Son también materiales complejos y hasta ahora solo ha sido posible comercializarlos en cantidad suficiente para producir prototipos.

De dos, cuatro, seis, ocho pies o más, los animales se diversificaron desde el momento en que fueron habitando la tierra firme. Algunos comen las plantas que transforman la energía solar y otros se alimentan de otros animales. Entre estos últimos, las arañas ocupan un lugar muy especial. Las asociamos con venenos y trampas para capturar presas. Su aspecto y sus costumbres no las hacen los más queridos de los animales de nuestro entorno.