El aplauso es un homenaje, un reconocimiento y una despedida. Pero también una acción de gracias. El que dispensaron el jueves por la tarde los familiares de las víctimas del avión de Germanwings a todos los que ayudan a suavizar su drama reunía un poco de todo eso. Esta catástrofe ha generado un ejército de anónimos protectores, de voluntarios, de personas sin vinculación emocional con los pasajeros, pero con una enorme empatía hacia sus allegados. Policías, sanitarios, servicios sociales, rescatadores, alpinistas, forenses, investigadores, fiscales, vecinos. Ellos son los héroes, los ángeles de los Alpes.

Los equipos de rescate siguen trabajando desde el primero hasta el último rayo de sol. El revoltoso tiempo alpino da el tercer día de tregua, con nubes finas y escaso viento que facilita el tráfico de los helicópteros.

Arriba, bajo la cima del Trois Evêchés, grupos de unas 30 personas buscan sin descanso. "Cada investigador va acompañado de un miembro de la brigada de rescate en montaña", detalla el coronel Xavier Vailenc.

Nadie baja solo, todos en cordada y con el casco. Descienden en rapel a una altura de 20 metros sobre los restos del avión, esparcidos en un desnivel de unos 200 metros y en una superficie de cuatro hectáreas. Los primeros en llegar por la mañana se encuentran a los cinco agentes a los que les ha tocado hacer noche en el lugar. Hay vigilancia las 24 horas desde el martes. "Es quizás uno de los trabajos más duros porque tienen que dormir encima de un cementerio en el que descansan 150 personas", explica un gendarme, de los pocos que hablan inglés aquí, encargado de cerrar el paso que lleva en coche hacia el Col de Mariaud, desde donde se puede llegar andando al lugar.

La labor de este equipo instalado en la zona cero, armados y equipados con potentes reflectores y prismáticos de visión nocturna, es evitar que los cuerpos resulten alterados durante la noche, cuando la naturaleza, y los que la habitan, siguen su curso ajenos a la desgracia.

Han sido unos 300 los gendarmes desplegados en la Alta Provenza, y hay coincidencia en que han sido un ejemplo de coordinación y control del entorno, así como de respeto y acompañamiento a las familias que han viajado a Francia desde España, Alemania, Colombia o Japón.

Dice un alto funcionario de la policía francesa que son conscientes de que todo esto "también pasará factura" a los agentes. Algunos de ellos ya han requerido de asistencia psicológica, pues el día a día en la montaña, sin que sea posible recuperar un solo cuerpo entero, es dantesco.

Ahí entran en escena los trabajadores sociales y los psicólogos.