Un hombre con aspecto de anciano ha sido el primero en entrar este miércoles en la oficina de CaixaBank en la Gran Via de Les Corts, esquina con Farrell. Llevaba la cara tapada con una media y la cabeza protegida con una gorra. Ha sacado una pistola, ha encañonado a un empleado y ha enseñado una nota. El mensaje que contenía el papel sería algo a similar a "esto es un atraco". Porque sin necesidad de más explicaciones, lo que ha hecho a continuación ha sido robar el banco.

El abuelo enmascarado no ha abierto la boca. Ha esperado pacientemente a que le entregaran todo el dinero en efectivo que podían darle, unos 1.200 euros. Con el botín a buen recaudo, se ha marchado. Pero ha dejado a cambio un paquete de plástico. Una fiambrera. Ha huido a pie, con toda la velocidad que podían darle unas piernas que llevarán unos 70 años sosteniéndole. Esa es la edad que le ha echado el director de la oficina, al ver "cómo se movía". Suficiente para esfumarse antes de que llegara la policía. Ha sido un golpe perfecto.

FIAMBRERA SOSPECHOSA

Los trabajadores de Caixabank han dado la voz de alarma y en segundos varios coches de los Mossos d’Esquadra se han apostado sobre la acera. No había ningún herido y la cantidad sustraída era baja. El director de la oficina, mientras tranquilizaba a los clientes que pretendían entrar en su sucursal, parecía más preocupado por las molestias que había causado el atraco que por el atraco en sí.

La fiambrera había complicado las cosas. En el actual contexto de amenaza terrorista, cualquier paquete sospechoso debe ser tratado con la máxima precaución. Afuera, agentes uniformados han implantado un perímetro de seguridad hasta que los policías han abierto la fiambrera. Ocultara lo que ocultara, según EFE dentro había solo un reloj, la alarma por posible artefacto explosivo se ha desactivado.

DESAYUNO SIN TILA

Seis de los nueve bares más cercanos a esta oficina están regentados por propietarios de origen chino: Cerveseria Gran Via, Bar Susana, Bar Marina, Cafeteria Bellapan, Esber 2 y Nou Plaça. Los otros tres están en manos de autóctonos: Tapaspuma, Bar Lorenzo y la Granja La Tassa.

Edu es dueño del primero y Lorenzo, del segundo. Los dos estaban trabajando cuando el abuelo armado ha irrumpido en el banco. No le han visto entrar ni salir. Edu y Lorenzo han sabido que algo había ocurrido cuando han llegado los Mossos. En la Tassa tenían más información. Los cinco empleados de la oficina asaltada han desayunado allí minutos después del susto.

El dueño de esta granja no es la primera vez que calma a un empleado que acaba de ser atracado a punta de pistola. "Hace años, a Lluísa le preparé una tila porque estaba temblando cuando le pusieron el cañón en el cuello". A otra mujer le preparó el mismo brebaje poco después por idéntico motivo. "Soy el preparador de tilas", se ha autobautizado.

El golpe de hoy ha sido distinto. Según el preparador de tilas, el joven encañonado se ha comido un bocata "así de grande" minutos después. Según su mujer, en cambio, únicamente ha podido beberse "una coca-cola". En cualquier caso, no ha requerido la infusión.

NINGUNA DETENCIÓN

Horas después del robo, fuentes policiales han confirmado que el atracador septuagenario sigue desaparecido y con 1.200 euros en el bolsillo.

Tal vez todo haya obedecido a un plan trazado meticulosamente: un ladrón inteligente que ha simulado ser un anciano para despistar a los investigadores. Por eso no ha abierto la boca, ha traído una nota con las instrucciones del atraco y ha dejado una fiambrera sospechosa para cubrir su huida.

O tal vez no. Y ahora mismo, en algún lugar de Barcelona, hay un anciano que mientras mira las obras también está pendiente de los coches de la policía. La Unidad Central de Atracaments ya se ha hecho cargo de la investigación para darle caza.