Aún hay quien no se ha enterado de que vestirse de nazareno no es disfrazarse. La túnica y el capirote no es algo que se pone porque toca, como en la feria el traje de flamenca. Lo primero

que hay que hacer para vestirse de nazareno es concienciarse, hay que saber cuál es el significado de esa prenda. Si esto se supiera no tendríamos que presenciar desagradables episodios como sacarse un móvil en mitad de la procesión y hacerse un selfie o ir hacia el templo descubierto, algo que cada vez es más frecuente. A esto se unen la cantidad de fotos que pululan en las redes sociales durante la Cuaresma, donde tras el reparto de túnicas el futuro “nazareno” se pone la

túnica para hacerse la foto y mandarla a sus amigos. Comportamientos que por sí solos alertan de que algo falla, de que aún no se sabe cuál es el perfil de un nazareno, quizás porque las cofradías están más ocupadas en la cantidad que en la calidad. Afortunadamente, esto no pasa en todas las

hermandades, ni todos los nazarenos se comportan indebidamente, basta, por poner un ejemplo, con ver ayer la seriedad de los nazarenos de hermandades como la Misericordia. Quizás influya la edad en los tramos del cortejo, algo que denota que su pertenencia a la cofradía no es flor de un día