Estoy convencido de que la evolución de cualquier grupo depende de su capacidad para renovarse con más o menos rapidez y las cofradías no son una excepción. Esto ha quedado patente en nuestro caminar a lo largo de este ejercicio. Una vez más, la obra social ha supuesto la partida más importante de nuestro presupuesto, convirtiéndose así en santo y seña para nuestra hermandad. Un referente innegociable tanto en lo económico como en lo humano, no solo como hermandad en sí, sino como grupo cristiano comprometido con el carisma Trinitario. Y como cuando la tierra es fértil, la simiente buena y el abono, hecho a conciencia, surgen nuevos brotes verdes de manera espontánea. De esta forma, del tronco común de la juventud, de ya por sí, con una actividad frenética y con valores profundamente arraigados en esta casa, nace un nuevo retoño a través del coro litúrgico "Juventus Gratiae", que en poco tiempo ha logrado identidad propia.

Pero si en algún lugar se puede percibir mejor la renovación continua de nuestra cofradía es, sin duda, en la procesión. Una comitiva que cada año trata de buscar la perfección, impregnando cada levantá, cada chicotá, cada tramo de nazareno, cada nota musical, cada rezo penitente, de emoción y sentimiento, pero a la vez, llenándolas de sobriedad y de espiritualidad. Hace unos años publiqué en esta misma sección un artículo con el nombre de "Córdoba sueña la Gracia". A menudo, con cierto orgullo, pienso en la evolución de esta frase, buscándole una explicación con alguna lógica y solo se me ocurre una. Quizás, para los cofrades de esta hermandad, soñar la Gracia... es renovarla.