Como se preveía, la llegada de los días grandes intensificaron el número de público en las calles, que no le importó las altas temperaturas para acompañar a las cofradías cordobesas.

En lo que respecta al Jueves Santo, la actualidad estaba en la plaza de San Agustín, donde la Virgen de las Angustias salía de su templo a una temprana hora poco usual para la cofradía. El motivo: la incorporación de la decana de las cofradías a la nómina de hermandades que hacen estación de penitencia en la Catedral.

Para este fin, la cofradía decidió adelantar su horario. Así, a las seis de la tarde el grupo escultórico estaba enmarcado en la puerta de San Agustín, horas después llegó a la Catedral, cumpliendo rigurosamente su horario.

Mientras la Virgen de las Angustias abandonaba su barrio, el Nazareno empezaba su estación de penitencia junto a María Santísima Nazarena. Muy cerca, Jesús Caído bajaba la Cuesta de San Cayetano, a muy buen ritmo, los pasos de la cofradía llamaron la atención, y no siempre para bien, por los exornos florales. El del Señor con rosa color lila y el de la Virgen con rosas color rosa palo.

A la misma hora, en el barrio de Poniente la cofradía de la Cena ponía su cruz de guía en la calle. El Señor de la Fe lució en su paso exornado con clavel rojo sangre.

Otra de las novedades de la jornada la protagonizó la hermandad de la Caridad, que este año no contó en el cortejo con el Tercio Gran Capitán. Los populares legionarios, se encontraban en Málaga acompañando al Cristo de Mena, una ausencia que agradecieron algunos y que lamentaron otros, el resultado fue que se pudo ver a la cofradía del Señor de la Caridad sin el público que generalmente está más ocupado de ver desfilar la legión que de la propia cofradía.

En este Jueves Santo no podía faltar el Cristo de Gracia, que como es habitual llenó el Marrubial. El Cristo lució con un apropiado exorno floral en tonos granate y compuesto de flores como calas.

Un Jueves Santo que dio paso a la Madrugada, un momento que quizás por la buena temperatura estuvo muy bien de concurrencia, un público que se mantuvo en los palcos y que acompañó a la hermandad de la Buena Muerte prácticamente en todo su recorrido. La Reina de los Mártires lució una nueva saya bordada en oro por Rafael Jodar.

El Viernes Santo amaneció igual de luminoso que el día anterior y con el mismo calor, temperatura que acompañó a la salida de la Virgen de los Dolores. La Señora de Córdoba lució con arbóreos de tulipas que le imprimía un sello de tiempos pasados. El Cristo de la Clemencia fiel a los últimos años con un exorno de rosas rojas. Ambos pasos, como todas las cofradías de la jornada, se dirigieron a la Catedral donde hicieron estación de penitencia. Tras los Dolores llegó el Santo Sepulcro que cruzó el Patio de los Naranjos donde se pudo ver de cerca el nuevo manto de la Virgen del Desconsuelo, una obra en brocatel de oro que sin ser bordado confiere un aspecto de acabado

a todo el conjunto.

De Santiago volvió a salir la Virgen de la Soledad, que lució en su paso exornado con iris morado.

El silencio que dejó en el Patio de los Naranjos la hermandad de la Soledad, quedó roto por el trío de capilla que acompañó al Cristo de la Expiración. Música, incienso, azahar y la Catedral, sin duda

el mejor recibimiento para la Reina del Rosario que llegó entronizada en su recién remozado palio

exornado con jacintos y azahar. El broche final a este Viernes Santo, lo puso la hermandad del

Descendimiento, entre los estrenos de la cofradía destacaron las bocinas realizadas por Manuel

Aguilera y sus respectivos paños obra del bordador Antonio Villar.

Se cerraban así los días grandes, marcados por el calor y con la intención de que el Viernes Santo

en la Catedral sea el año próximo la tónica de todos los días de la Semana Santa.