Hoy, Sábado Santo, en la liturgia de la Iglesia, es una jornada para el silencio interior y la reflexión personal. La Semana Santa no termina con la procesión del Santo Entierro. La Semana Santa tiene un pórtico de luz y de esperanza, precisamente esta noche, en la celebración de la Vigilia Pascual, que se abre con la bendición del fuego y del cirio que se alza como luz esplendorosa iluminando las tinieblas de los templos y anunciando el éxito final del drama de la pasión y muerte de Cristo.

En las calles queda el rumor del paso de los nazarenos; la emoción del pueblo creyente; la admiración de todos los que han presenciado los destellos de la religiosidad popular como vehículo de los más hermosos mensajes cristianos: fe, trascendencia, generosidad, solidaridad con cuantos caminan con las cruces pesadas del hambre, del paro, de la soledad, del abandono, de la debilidad. La Semana Santa nos deja admirables testimonios, que van desde el esfuerzo y la entrega de nuestras hermandades y cofradías presentándonos sus imágenes hasta el sacrificio anónimo de los costaleros.

Esta noche se proclamará en todas las iglesias, tras la bendición del fuego, el pregón pascual, anunciando la gran noticia de la resurrección. Siguiendo su argumento central, pero cambiando la letra, aunque con la misma melodía de fondo, nos gustaría pronunciar también un "pregón pascual para el siglo XXI", que llegue a todas las conciencias libres y a todas las personas de buena voluntad:

"¡Cristo ha resucitado! Su luz ilumina ya nuestra vida. Que nadie esté triste, que nadie viva con lágrimas, que todos abran los ojos para reconocer al resucitado.

La esperanza tiene un nombre: Jesús de Nazaret. La justicia de Dios ha triunfado: es la vida para todos. El amor es la ley universal que abre caminos nuevos. La muerte y el dolor ya no tienen la última palabra. Esperamos el nuevo amanecer que viene de Dios y tendemos la mano a quienes padecen la injusticia y a quienes sufren sin encontrar esperanza. Se acabaron la muerte y el pecado y el dolor y el sufrimiento: esta es la gran noche de nuestra liberación. Esta es la noche que disipa las tinieblas de la muerte y la duda y amanece radiante la luz de una nueva aurora. Esta es la noche de gracia y de luz, este es el día en que actuó el Señor. La justicia de Dios ha triunfado. El amor es ley universal que abre caminos nuevos. La paz es don y tarea para todos. ¡Dancemos, forjando con nuestros brazos en alto la enramada de la amistad que embellece e ilumina horizontes que fueran de temor y desesperanza! ¡Resuenen los himnos de la fiesta única, derribados ya para siempre los muros y fronteras que levantara el miedo, la ambición y el olvido! ¡Que cada vida sea en sí misma una canción sin ocaso!".

Mañana, el Resucitado proclamará que la Semana Santa se cierra con broche de oro: la vida nueva, los cielos nuevos y la tierra nueva. Porque, un año más, nos quedarán como reto de futuro las palabras de Kierkegaard: "Señor Jesús, tú no viniste al mundo para ser servido, ni tampoco para ser admirado o simplemente adorado. Tú mismo eres el camino y la vida. Tú has deseado solamente imitadores. Por eso, despiértanos del empeño de querer admirarte o adorarte, en vez de imitarte y parecernos a ti".