Fue otra de las hermandades de ayer que se vengaron del frustrado y accidentado Domingo de Ramos del pasado año, otra de las cofradías que pudieron disfrutar más de su barrio gracias a un recorrido más corto y, todo hay que decirlo, también otra de las corporaciones que ayer tuvo el sinsabor de tener que pedirle a sus numerosísimos penitentes que abandonasen el cortejo antes de entrar en carrera oficial. Quizás con un agravio más: el tener que quedarse en el entorno de la Calahorra, haciendo más amplia esa brecha psicológica de antaño cuando los castizos decían «voy a Córdoba» al cruzar el Puente Romano desde el Campo de la Verdad. El caso es que los tres pasos de la hermandad, con el despejadísimo cielo de ayer y todo lo que se estrenaba en torno a la carrera oficial, lucieron como nunca en el Puente Romano y enfilando aún más señorialmente si cabe esa Puerta del Puente, que parece que se contruyó para las hermandades de la otra orilla.