La salida de esta tarde es el colofón de una Cuaresma especial que ha servido para que la hermandad de la Misericordia mire hacia dentro. Desde los más pequeños hasta los hermanos que han rebasado el medio siglo en la nómina de la corporación, todos los estratos de la cofradía han tenido su momento y su lugar en una intensa y emocionante sucesión de actos que han reforzado los vínculos devocionales y sentimentales de los hermanos con su hermandad y sus imágenes.

Ayer, cuando la cruz de los espejos se abrió paso en la plaza de San Pedro se asistió a la guinda de esos eventos. Desde este Miércoles Santo, los nazarenos más antiguos --que forman en los últimos tramos de casa paso-- distinguirán su veteranía y fidelidad a la hermandad con un cirio de cantonera morada delante del Cristo de la Misericordia y de cantonera malva en las parejas que anteceden a la Virgen de las Lágrimas.

Dicen que la vida se retrata en el orden inverso de los tramos de nuestras cofradías; cada año que pasa nos acerca a esa estación definitiva que los cofrades afrontaremos vestidos con nuestra túnica.

De alguna manera se trata de homenajear a nuestros nazarenos viejos; de convertirlos en espejos en que mirarse. La salida de ayer iba por ellos-