Todas las Cofradías tienen, desde su origen, una personalidad propia en la que influyen variados elementos, tales como las personas que la fundaron, las motivaciones que dieron lugar a la misma y las aportaciones que a lo largo del tiempo van recibiendo de sus componentes. Es una personalidad basada en sus componentes, pero distinta e independiente de ellos mismos.

De este modo, es fundamental para el desarrollo de la corporación la fidelidad a su carácter y el esmero en que todo se haga acorde con él, respetando siempre el espíritu originario que impregna y debe guiar su historia, al que sus juntas y hermanos deben proteger y esforzarse por afianzar cada día.

La identidad, que debe observarse todo el año, se traslada al exterior el día de salida, en el que la cofradía la muestra a través de su sello propio en la calle. Es de suma importancia, pues, que toda nuestra puesta en escena sea acorde con el carácter de la hermandad y que año a año se decante todo aquello que la singulariza y la hace única, lo que no quiere decir inmovilismo sino respeto a la idiosincrasia de la institución. Es mi deseo y mi esperanza que esto sea apreciado en nuestra estación de penitencia, siempre a mayor Gloria de Dios.