Me sumergiré en el dolor de la noche para poder disfrutar del gozo de la mañana", decía san Bernardo. El Entierro de Cristo que contemplábamos por las calles de nuestra ciudad, no dejaba el sabor de una derrota, ni de un fracaso sino el comienzo de una esperanza infinita. La liturgia de la Iglesia Católica ofrece esta mañana en las catedrales el oficio de tinieblas. Y esta noche, la Vigilia Pascual, la bendición del fuego y del agua. Se ha encendido una luz en la oscuridad de la noche. Se ha abierto una fuente en medio del desierto que atravesamos. Se ha consagrado un pan que alimenta el camino. Hay un futuro siempre para nosotros. Por eso, hay tarea para cambiar el presente. Por la cruz, a la luz; y por la muerte, a la vida, como su fruto más preciado. Final de espera y de esperanza para todos nosotros.