Había mucha expectación en el plano organizativo con el cortejo de El Rescatado: su complejo puesto de entrada en carrera oficial, la coincidencia con itinerarios cercanos, y sobre todo, temor a que surgieran malentendidos cuando se le pidiese a los centenares de devotos que caminan tras el Señor de Córdoba que abandonaran el cortejo antes de entrar en carrera oficial. Y por supuesto que hubo malestar, aunque el problema no lo pusieron los penitentes, sino el tapón al que contribuyeron muchas personas que habían tomado sitio para seguir viendo procesiones en las calles de salida de la plaza.

Eso sí, el nuevo itinerario permitió momentos para la historia de la hermandad, tanto en la Catedral como a la ida, por La Magdalena, o a su regreso, por San Andrés y San Agustín, todo ello con el Nazareno de los Trinitarios sobre un monte de iris morado y María Santísima de la Amargura, que como cada año precedió a la venerada imagen de Jesús Rescatado.