La que se había considerada como una Semana Santa histórica en Priego debido al cambio de itinerario en los desfiles procesionales de dos cofradías de la localidad, una de ellas en la noche del Viernes Santo, se corroboró con creces tras lo vivido el Viernes Santo cuando el cortejo de la Soledad accedía a la plaza de Andalucía, donde ya se encontraba la cruz de guía y el primer tramo del cuerpo de nazarenos de las Angustias. La solución acordada previamente por las juntas de gobierno de ambas congregaciones llamó la atención al público allí congregado, ya que por un tramo de calle de unos cinco metros fueron desfilando los integrantes de ambos cortejos e incluso los tronos de los titulares de la cofradía de la Soledad.

El hecho comentado fue una de las numerosas novedades que se vivieron a consecuencia del cambio de itinerario de la Soledad para evitar, como en años precedentes, que su estación de penitencia se prolongara más de lo deseado debido al peculiar ritmo del desfile de las Angustias.

Al margen de dicha novedad, la noche del Viernes Santo fue el colofón a una intensa jornada en la que Nuestro Padre Jesús Nazareno volvía a convertirse en el gran protagonista de la misma, arrastrando hasta el Calvario a una auténtica marea humana, que portando en sus manos el humilde hornazo, recibía la bendición del conocido como Rey de Priego.

Un Calvario que varias horas antes de que el Nazareno iniciara su desfile acogía en la Madrugada el regreso a su ermita de los titulares de la cofradía de los Dolores, en la conocida como Vía Sacra o procesión del silencio, diametralmente opuesta al bullicio de la mañana del Viernes Santo, en la que se repitieron ancestrales tradiciones como el paso redoblao y la comentada bendición, que daba paso a un regreso más sosegado de la venerada imagen hasta la iglesia de San Francisco.

Entrada la tarde, la archifodría de las Angustias, con su particular sello de elegancia, iniciaba su desfile procesional con varias novedades a destacar, entre ellas la salida al unísono de sus dos titulares, maniobra que en años anteriores había retrasado de manera notable el inicio del desfile. Igualmente en el guión procesional destacaban, entre otros estrenos, una cruz mediatriz y dos ciriales, y la nueva banda de tambores roncos y timbales que acompañaban al Descendimiento.

Por su parte, el cambio de itinerario de la Soledad deparó momentos inolvidables, entre ellos el paso de la comitiva por las calles Isabel la Católica, así como el acto penitencial que se celebró en la plaza del Llano, recuperando de esta manera una tradición que secundaban las cofradías y hermandades de la localidad en centurias precedentes.

Tras la confluencia del cortejo soleano con el de las Angustias, que deparó todo tipo de comentarios, los titulares de la Soledad entraban en San Pedro cuando las manecillas del reloj ya habían consumido varios minutos del Sábado Santo.