Arropado por la tradición templaria, en el marco del señorial e histórico casco antiguo de Cáceres y con la leyenda de que quien lo toca sin fe muere en el acto, el Cristo Negro congrega a su alrededor tal devoción que casi 4.000 personas están en lista de espera para poder acompañarlo. Tanto es así que ayer salieron por primera vez tres hermanos cofrades que llevaban aguardando desde 1991, apunta el mayordomo de la Venerable y Pontificia Cofradía Hermandad Penitencial del Santo Crucifijo, su denominación oficial. Esta hermandad, conocida popularmente como la del Cristo Negro, impone un «estricto» númerus clausus, acorde con el riguroso silencio con el que procesiona por los intramuros del espacio monumental cacereño tras su salida de la concatedral de Santa María.

Solo el sonido de la esquila y el timbal destemplado rompen la devoción de un paso sin sonidos, sin ruidos... sin nada más que el Cristo, y todo ello a pesar de que miles de personas -el año pasado se cifró en 15.000- se congregan todos los años para mirarlo, observarlo, sentirlo con alma. Aunque la hermandad cuenta con unos 3.000 cofrades, solo 59 acompañan al Cristo, una singular talla anónima de madera negra que data del siglo XIV. De hecho, su fundación está fechada en 1490 y, tras siglos sin actividad, la procesión fue recuperada en 1986.